
En el último decenio, las universidades regionales en Chile han protagonizado un giro notable en su compromiso con la innovación y el desarrollo tecnológico.
Sin embargo, esta bonanza tiene matices y tensiones que ponen en evidencia la complejidad del proceso. Por un lado, la dependencia de recursos públicos —provenientes de organismos como ANID, Corfo y gobiernos regionales— sigue siendo la regla, lo que limita la autonomía y la sostenibilidad financiera de los programas de I+D. Por otro, la distribución de fondos y capacidades es desigual, reflejando diferencias en antigüedad, acreditación y especialización.
En términos de resultados concretos, algunas universidades han logrado posicionarse en rankings nacionales e internacionales, aumentar el número de patentes y licenciamientos, y exportar tecnologías, como la Universidad de Concepción con sus mallas fotoselectivas para la industria agrícola. Sin embargo, la dispersión regional y la dificultad para atraer y retener talento especializado, especialmente fuera de la Región Metropolitana, constituyen obstáculos persistentes.
Desde una mirada socioeconómica, esta inversión en I+D no solo busca generar conocimiento, sino también contribuir al desarrollo regional, fomentar la diversificación productiva y reducir las brechas territoriales. La Universidad de Playa Ancha, por ejemplo, se ha alineado con la estrategia regional de desarrollo de Valparaíso, integrando investigación, innovación y creación en diálogo con su entorno.
No obstante, la sostenibilidad de este modelo requiere superar varios desafíos estructurales: fortalecer el patentamiento y la transferencia tecnológica, ampliar la base de financiamiento privado, y consolidar redes de colaboración entre universidades, empresas y gobiernos locales. También es necesario atender las críticas sobre la calidad y pertinencia de la formación, así como la necesidad de políticas públicas que incentiven la innovación en las regiones.
Finalmente, aunque el aumento de recursos y proyectos es una señal positiva, la inversión en I+D en universidades regionales aún está lejos de alcanzar niveles comparables a países desarrollados o a la capital. La brecha en productividad y capacidad innovadora persiste, y la dependencia de fondos públicos hace que cualquier cambio en el escenario político o económico pueda afectar el ritmo de avance.
Este análisis se basa en informes y datos recopilados por el Ministerio de Ciencias, el Consejo de Rectores, y estudios complementarios publicados por Diario Financiero y otras fuentes nacionales, que reflejan tanto la evolución como los desafíos del ecosistema de innovación regional en Chile.