Israel intensifica ataques en Líbano y Gaza: un preludio de guerra o la perpetuación de un conflicto congelado

Israel intensifica ataques en Líbano y Gaza: un preludio de guerra o la perpetuación de un conflicto congelado
Internacional
Medio Oriente
2025-11-11
Fuentes
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- Israel lanza bombardeos sostenidos contra Hezbolá en el sur de Líbano y Gaza.

- El alto el fuego de 2024 se muestra frágil ante las violaciones mutuas y la escalada militar.

- Líderes y civiles atrapados entre la presión internacional y la sombra de un conflicto abierto.

En las últimas semanas, el sur de Líbano y la Franja de Gaza han vuelto a ser escenario de una escalada militar que pone en jaque la frágil tregua alcanzada en noviembre de 2024.

Desde el 6 de noviembre, Israel ha lanzado una serie de ataques aéreos y con drones contra presuntos objetivos de Hezbolá en localidades como Taibé, Tair Debba y Chebaa, causando al menos la muerte de varios miembros de la milicia chií y civiles.
Esta ofensiva, acompañada de órdenes de evacuación para la población civil y mapas con los objetivos señalados, ha roto la aparente calma que se mantenía desde hace casi un año.

Por otro lado, en Gaza, los bombardeos israelíes se han intensificado tras acusaciones mutuas entre Israel y Hamas sobre violaciones del alto el fuego.
El 28 de octubre, ataques en Rafah y otros sectores dejaron al menos 20 muertos, mientras que Israel denunció que Hamas simuló la recuperación de un rehén fallecido.
Hamas respondió posponiendo la entrega de restos de rehenes y advirtiendo que cualquier escalada israelí dificultaría las operaciones de búsqueda y recuperación.

Estas hostilidades se enmarcan en un contexto complejo y multifacético. Por un lado, Israel justifica sus ataques en la necesidad de impedir el rearme y las actividades militares de Hezbolá y Hamas, a los que considera amenazas directas. El primer ministro Benjamin Netanyahu y el ministro de Defensa Israel Katz han expresado sin ambages su intención de actuar "según sea necesario" para neutralizar estas amenazas, acusando a Hezbolá de intentar rearmarse y al Gobierno libanés de demorar el desarme del grupo.

Desde Líbano, la respuesta oficial y popular es ambivalente y dividida. El presidente Joseph Aoun ha denunciado los ataques israelíes como violaciones injustificadas de la soberanía libanesa, y ha pedido negociaciones para evitar una nueva guerra a gran escala que podría devastar aún más el país. Sin embargo, la presencia y el poder de Hezbolá en el sur y en el Parlamento libanés complican cualquier intento de desarme unilateral.
Mona Hijazi, residente fronteriza, resume el dilema: "La población ve a Israel como una amenaza que desea más territorio, pero tampoco confía en un ejército que no puede defendernos".

En Gaza, la situación es igualmente tensa y dolorosa. La guerra iniciada en octubre de 2023 dejó profundas heridas, con miles de muertos y heridos en ambos lados. El alto el fuego, mediado por Estados Unidos, incluía la devolución de rehenes y la retirada parcial de tropas israelíes, condiciones que han resultado difíciles de cumplir y que han generado desconfianza mutua.

La comunidad internacional, incluida la ONU, ha condenado las violaciones y ha alertado sobre las consecuencias humanitarias.
La ONU reportó que al menos 111 civiles han muerto en Líbano desde el alto el fuego, y miles más han sido desplazados.
El relator especial de la ONU calificó algunos ataques israelíes como posibles crímenes de guerra, mientras que la Cruz Roja denunció la simulación de Hamas en la recuperación de cuerpos, un acto que mina la confianza en la negociación.

En este escenario, Estados Unidos ha endurecido su postura, presionando a Líbano para que desarme a Hezbolá y advirtiendo que Israel podría actuar unilateralmente si Beirut no cumple. La Casa Blanca ha abandonado la paciencia que caracterizó su mediación inicial y ha calificado a Líbano como un "Estado fallido" en este contexto.

La tensión se siente en las calles y en las fronteras. Civiles atrapados en zonas de conflicto enfrentan evacuaciones forzosas, miedo constante y la destrucción de su entorno. Las comunidades libanesas cercanas a Israel viven con la incertidumbre de un nuevo estallido bélico, mientras que en Gaza, las familias esperan noticias de sus seres queridos entre ruinas y promesas incumplidas.

Mohanad Hage Ali, investigador del Centro Carnegie de Oriente Próximo, advierte: "Habrá una nueva guerra. Israel ampliará su ocupación y Hezbolá luchará con mayor convencimiento, pero la población civil sufrirá las consecuencias más graves".


Las verdades que emergen tras estas semanas de confrontación son duras. El alto el fuego de 2024 no ha logrado desactivar las tensiones subyacentes ni los intereses geopolíticos que alimentan la violencia. Las acciones unilaterales, las represalias y la falta de un diálogo efectivo mantienen la región en una cuerda floja, donde la siguiente guerra parece no solo posible, sino probable.

El desafío para la comunidad internacional y los actores regionales es cómo romper este ciclo de violencia y evitar que el sur de Líbano y Gaza se conviertan nuevamente en campos de batalla devastadores, con consecuencias que trascienden las fronteras y afectan la estabilidad global.

La historia reciente enseña que la guerra no solo destruye infraestructura y vidas, sino que también fractura sociedades, perpetúa odios y dificulta la reconciliación. La pregunta que queda en el aire es si habrá voluntad política para una solución duradera o si el conflicto seguirá siendo un juego de poder con la población civil como víctima constante.