Israel confirma identidad del estudiante tanzano asesinado por Hamas: El largo camino de los cuerpos y las promesas incumplidas

Israel confirma identidad del estudiante tanzano asesinado por Hamas: El largo camino de los cuerpos y las promesas incumplidas
Internacional
Conflictos
2025-11-11
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- Entrega tardía de cuerpos tras dos años de conflicto y negociaciones.

- Disonancia entre Hamas e Israel sobre responsabilidades y cumplimiento del acuerdo.

- Impacto humano y político en una región marcada por heridas abiertas y promesas incumplidas.

El reciente reconocimiento oficial por parte de Israel del cuerpo de Joshua Loitu Mollel, un estudiante tanzano asesinado durante el ataque de Hamas en octubre de 2023, trae a la luz las complejidades y las sombras que aún persisten en el conflicto que ha marcado la región desde aquel fatídico 7 de octubre.

El 6 de noviembre de 2025, el Instituto Nacional de Medicina Forense Abu Kabir confirmó que los restos entregados por Hamas corresponden a Mollel, quien trabajaba en un kibutz cercano a la frontera, donde fue asesinado mientras realizaba prácticas agrícolas.

Este hecho, aparentemente puntual, es en realidad la punta visible de un iceberg que revela la lenta y tortuosa gestión de los cuerpos de los rehenes fallecidos y la tensión latente entre las partes involucradas. Desde la entrada en vigor del alto el fuego en octubre de 2023, Hamas ha ido entregando fragmentariamente los cuerpos de 22 rehenes, mientras que aún mantiene en su poder los restos de otros seis, entre ellos cinco israelíes y un tailandés.

"No cederemos en esto y no escatimaremos esfuerzos hasta lograr la vuelta de todos los rehenes caídos, hasta el último de ellos", afirmó el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, reflejando la presión política y emocional que pesa sobre su gobierno.

Por otro lado, Hamas ha justificado los retrasos argumentando las dificultades logísticas derivadas de la destrucción masiva en Gaza y la falta de maquinaria adecuada para recuperar los cuerpos entre los escombros. Asimismo, el grupo ha solicitado la intervención de mediadores internacionales y de la Cruz Roja para facilitar este proceso.

Hazem Qasem, portavoz de Hamas, señaló: "Estamos trabajando para completar lo más rápido posible la totalidad del proceso de intercambio, a pesar de los obstáculos y la compleja situación en Gaza".

Este escenario ha generado una disonancia cognitiva profunda entre las narrativas oficiales: mientras Israel acusa a Hamas de dilatar deliberadamente la entrega de los cuerpos, Hamas denuncia violaciones al alto el fuego y bloqueos humanitarios que impiden cumplir con los compromisos asumidos.

En términos regionales, la entrega de restos como el de Mollel tiene un impacto que trasciende lo simbólico. Para las familias, representa un cierre parcial a un duelo que ha durado más de dos años, marcado por la incertidumbre y la ausencia de información clara. Para la comunidad internacional, es un recordatorio de la fragilidad de los acuerdos de paz y la dificultad de traducirlos en acciones concretas en terreno.

El acuerdo negociado con mediación estadounidense, especialmente bajo la administración de Donald Trump, contempló la liberación de 20 rehenes vivos y la devolución de los cuerpos de 28 fallecidos, un proceso que aún está lejos de completarse.

Desde una perspectiva crítica, este episodio expone las limitaciones de las soluciones militares y diplomáticas en contextos de conflicto prolongado. La gestión de los cuerpos –un aspecto profundamente humano– se convierte en un campo de batalla adicional, donde se disputan narrativas, legitimidad y poder.

En conclusión, la identificación del cuerpo de Joshua Loitu Mollel no es solo un acto médico o administrativo, sino un símbolo de los retos pendientes que enfrenta la región. La verdad ineludible es que, más allá de los acuerdos, la recuperación de la dignidad y la reparación del daño requieren voluntad política, transparencia y un compromiso real con la humanidad de quienes sufren las consecuencias de la guerra.

Solo entonces, se podrá avanzar hacia una reconciliación que no sea solo un discurso, sino una realidad palpable para las víctimas, sus familias y la comunidad internacional.