Desalojos en Antofagasta: El golpe al crimen organizado que revela grietas en la política de vivienda

Desalojos en Antofagasta: El golpe al crimen organizado que revela grietas en la política de vivienda
Actualidad
Conflictos sociales
2025-11-11
Fuentes
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Demolición de viviendas vinculadas a delitos graves, choques entre seguridad y derechos sociales, la compleja realidad de los campamentos en Antofagasta

En la fría mañana del 8 de noviembre de 2025, tres viviendas en el campamento “Mujeres Cabeza de Familia” en Antofagasta fueron demolidas tras un operativo conjunto entre la Delegación Presidencial, la Seremi de Bienes Nacionales y Carabineros.

Estas viviendas, emplazadas en una hectárea de terreno fiscal, eran utilizadas por una banda criminal extranjera para secuestros, acopio de drogas y tráfico de armas, según las autoridades.
La acción, que se desarrolló sin mayores incidentes, es solo la punta del iceberg de una problemática mucho más profunda y que ha ido escalando en la macrozona norte del país.

"Estamos haciendo el desbaratamiento de estos inmuebles que eran utilizados por el crimen organizado", declaró la delegada presidencial regional, Karen Behrens, recordando que la historia comenzó en 2022 cuando se hizo el primer desalojo en este sector.

La demolición de estas viviendas no es solo un acto de seguridad pública, sino también un símbolo de la tensión entre la necesidad de combatir el crimen organizado y la realidad social de miles de familias que habitan en campamentos.

La Fiscalía Nacional publicó en octubre un informe que señala un "incremento delictivo sin precedentes" en Chile, con el crimen organizado diversificando sus actividades y usando el secuestro como herramienta estratégica.
En Antofagasta, esta realidad se materializa en campamentos donde la ilegalidad y la violencia se entrelazan con la pobreza y la ausencia estatal.

El general Cristian Montre, jefe de zona de Carabineros en Antofagasta, explicó: "El golpe está siendo dado hacia el crimen organizado, no hacia las personas vulnerables que han tomado por distintas razones la necesidad de estar en estos lugares".

Sin embargo, las voces desde la sociedad civil y expertos en derechos humanos advierten que estas operaciones, aunque necesarias para la seguridad, pueden profundizar la exclusión y la precariedad si no se acompañan de políticas integrales de vivienda y reinserción social.

El terreno ocupado supera los 320 mil metros cuadrados, y las viviendas demolidas suman cerca de mil metros cuadrados, un reflejo de la magnitud del fenómeno de ocupación ilegal en la ciudad.

El seremi de Seguridad Pública, Jorge Cortés-Monroy, enfatizó la línea oficial: "Cuando ocupaciones ilegales están destinadas a la comisión de delitos, o son producto de beneficios obtenidos en la comisión de delito, vamos a proceder sistemáticamente a la destrucción de esos inmuebles y a la recuperación de los terrenos fiscales".

Este enfoque ha generado debates en el país. Por un lado, sectores políticos y ciudadanos demandan mayor seguridad y acciones firmes contra el crimen; por otro, organizaciones sociales y académicos llaman a no criminalizar la pobreza y a diseñar soluciones habitacionales dignas.

"Los desalojos sin alternativas habitacionales no son solución, sino un parche que puede generar más conflictividad social", advierte la académica especializada en políticas urbanas, María Elena Soto.

Además, la investigación policial y judicial continúa tras la detención de miembros de bandas vinculadas al crimen organizado, algunas de origen extranjero, que han encontrado en estos campamentos un refugio para sus actividades ilícitas.

Un caso emblemático fue el brutal homicidio de un hombre en Antofagasta, ejecutado y lanzado desde un acantilado, con vínculos investigados hacia organizaciones criminales de origen ecuatoriano que operan en campamentos de la ciudad.

En este escenario, la llegada del nuevo jefe regional de la PDI, prefecto inspector Freddy Castro, con experiencia en combate al crimen organizado, marca un punto de inflexión en la estrategia policial, orientada a fortalecer la investigación y la colaboración interinstitucional.

Finalmente, esta serie de hechos y decisiones evidencian que el combate al crimen organizado en Antofagasta es una batalla que se libra en múltiples frentes: la seguridad, la justicia, el territorio y las políticas sociales.

Para los habitantes de los campamentos, la demolición de sus viviendas puede ser tanto un alivio como una tragedia, dependiendo de las alternativas que el Estado y la sociedad estén dispuestos a ofrecer. La tensión entre orden público y derechos sociales permanece como una herida abierta en la ciudad y el país.

Verdades y consecuencias:

- El crimen organizado ha logrado infiltrar espacios vulnerables, usando campamentos como bases para delitos graves.

- Las acciones policiales y administrativas son necesarias, pero insuficientes sin políticas integrales de vivienda y reinserción social.

- La sociedad chilena enfrenta un dilema entre seguridad y justicia social, con riesgos de polarización y exclusión si no se gestionan con sensibilidad y visión a largo plazo.

Este episodio en Antofagasta es un espejo que refleja la complejidad del fenómeno criminal y social en Chile, invitando a un debate profundo y urgente sobre cómo construir ciudades seguras y justas para todos.

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Fuentes consultadas: La Tercera, Cooperativa, Informe Fiscalía Nacional sobre crimen organizado, declaraciones oficiales de la Delegación Presidencial de Antofagasta y PDI, análisis de expertos en políticas urbanas y derechos humanos.