
Desde hace más de 50 años, Guillermo del Toro acariciaba el sueño de llevar a la pantalla la historia de Frankenstein, ese clásico gótico de Mary Shelley que desde niño lo fascinó y marcó su imaginario.
La película no es solo una revisión más del mito; es un fresco visual colosal que despliega un mundo gótico de gran escala, donde la criatura —interpretada por Jacob Elordi— emerge no como un monstruo aterrador, sino como un ser con una profunda humanidad y sensibilidad. Oscar Isaac encarna a Víctor Frankenstein, un hombre marcado por una infancia rota, cuya ambición y desesperación por vencer la muerte lo llevan a crear un ser que, a su vez, refleja la tragedia y la soledad de su creador.
El filme se estructura en tres partes: un preludio en el Ártico, seguido por dos relatos en primera persona, uno desde la perspectiva del doctor y otro desde la criatura. Esta narración múltiple busca dar voz y profundidad a ambos protagonistas, humanizando a la criatura y desafiando la visión tradicional de un monstruo sin alma.
La apuesta estética es contundente: Del Toro rehúye el uso excesivo de efectos digitales, prefiriendo escenarios reales, maquillaje artesanal y vestuarios que aportan textura y vida al universo narrativo. Christoph Waltz y Mia Goth completan el elenco, aportando matices a una historia que, pese a su origen decimonónico, resuena con temas contemporáneos como la paternidad, el rechazo social y la búsqueda de identidad.
Sin embargo, no todo es elogio. Algunos críticos han señalado que la película, por momentos, parece un espectáculo visual sin la tensión necesaria para sostener el drama, y que su narrativa a veces se sobreexplica, restando espacio a la interpretación del espectador.
Desde su estreno, la película ha reavivado el debate sobre la exhibición cinematográfica en la era del streaming. La limitada presencia en salas y su llegada rápida a Netflix evidencian las tensiones entre el cine tradicional y las plataformas digitales, un tema que Del Toro ha abordado con honestidad, defendiendo el valor de la pantalla grande y la magnitud de las ideas que el cine debe transmitir.
En definitiva, esta versión de Frankenstein es un monumento a la ambición artística de Del Toro, un espejo de su sensibilidad y un homenaje a la complejidad humana detrás del mito. Pone en escena la eterna pregunta: ¿qué significa ser humano? y lo hace con la fuerza de un coloso visual y emocional que invita a la reflexión, al amor y al perdón, en tiempos donde la polarización y la deshumanización parecen dominar.
Fuentes: BBC News Mundo, El País, WIRED, Cooperativa.cl, Diario Financiero.
2025-08-30
2025-08-29