
La Bolsa de Santiago ha protagonizado en 2025 una escalada sostenida que la ha llevado a romper récords históricos, con el IPSA alcanzando niveles inéditos por sobre los 9.600 puntos y una rentabilidad acumulada cercana al 40% en el año. Este fenómeno no es un hecho aislado, sino que se inscribe en un contexto global marcado por la euforia en torno a la inteligencia artificial (IA), la recuperación económica en América Latina y la renovada esperanza en la estabilidad internacional.
Sin embargo, este auge se enfrenta a una paradoja inquietante: mientras las acciones chilenas exhiben fortaleza, el mercado tecnológico global, especialmente en Estados Unidos, muestra signos de volatilidad que recuerdan a la histórica burbuja puntocom de finales de los 90. Empresas líderes en semiconductores y desarrolladoras de IA, como Nvidia, AMD y Oracle, han sufrido bruscas correcciones tras valoraciones que muchos expertos consideran excesivas.
Esta tensión ha encendido un debate crucial entre gestores de fondos, analistas y académicos: ¿estamos frente a una corrección necesaria o a un riesgo sistémico que podría arrastrar a los mercados globales? En Chile, donde el sector energético, minero y de consumo masivo ha mostrado resiliencia, los inversionistas buscan refugio en acciones defensivas como Engie, Colbún, Aguas Andinas y CCU, que combinan estabilidad de flujos con dividendos atractivos.
Desde una mirada regional, la inesperada victoria de Javier Milei en Argentina ha generado un efecto dominó en las bolsas chilenas, especialmente para compañías con exposición directa al vecino país, como Cencosud, CCU y Andina-B. La expectativa de estabilización económica y la asistencia financiera estadounidense han aumentado el apetito por riesgo, reforzando el impulso local.
Por otro lado, estudios históricos sobre la renta variable, como el análisis del Ibex español desde 1900, recuerdan que las bolsas, pese a sus altibajos y crisis, tienden a crecer a largo plazo, siempre que existan fundamentos sólidos y estabilidad institucional. En este sentido, el mercado chileno muestra señales de madurez, con un aumento en la entrega de dividendos y una mayor sofisticación en la gestión de riesgos.
No obstante, la pregunta que queda en el aire es si la actual expansión bursátil chilena podrá sostenerse ante un eventual ajuste en las valoraciones tecnológicas globales. El escenario político, con elecciones parlamentarias en puerta y la evolución de las relaciones comerciales internacionales, será determinante.
En conclusión, 2025 ha sido un año de contrastes para la Bolsa de Santiago: un alza histórica que convive con riesgos latentes en el horizonte. Los inversionistas, como espectadores en un coliseo, observan atentos cómo se desarrollan estos desafíos, conscientes de que la tragedia ajena puede convertirse en lección para la propia estabilidad financiera.
El mercado local, por ahora, mantiene el equilibrio entre optimismo y prudencia, buscando en la diversificación sectorial y regional la clave para navegar en aguas turbulentas. La historia y la experiencia indican que la paciencia y la visión a largo plazo serán fundamentales para quienes quieran aprovechar este ciclo sin sucumbir a sus riesgos inherentes.