Un coliseo de acusaciones, desencuentros y verdades a medias rodea hoy a las universidades chilenas, cuyas instituciones enfrentan un asedio que no es sólo mediático, sino también político y social.
Por un lado, voces de izquierda y derecha coinciden en una crítica aparentemente opuesta pero convergente: la universidad estaría sobreideologizada y, paradójicamente, reforzaría las desigualdades sociales en lugar de corregirlas. Esta visión ha calado en la opinión pública, erosionando la valoración de la educación superior como un bien en sí mismo.
Pero la problemática no se limita al plano ideológico. La reciente publicación del informe de la Fiscalía Nacional Económica (FNE) ha reavivado la polémica al señalar que un 35% de las carreras de educación superior no tendrían un valor presente neto positivo. Sin embargo, un análisis más profundo revela que este porcentaje corresponde mayoritariamente a la educación técnico-profesional y no a la universitaria, cuyo valor económico estimado para los títulos se mantiene ampliamente positivo, con un promedio cercano a 140 millones de pesos.
Desde sectores críticos, se plantea que la universidad ha perdido la oportunidad de ser un motor de cambio social y que ha fallado en su misión de democratizar el conocimiento y promover la movilidad social. A la vez, se denuncia un mal manejo institucional que ha dado lugar a escándalos de corrupción y a una percepción de desconexión con las necesidades reales del país.
Por otro lado, académicos y expertos en educación subrayan la importancia de no perder de vista el rol transformador de la universidad, que va más allá de la economía y se ancla en la formación del pensamiento crítico, la confrontación de ideas y la generación de conocimiento riguroso y validado.
Esta tensión entre la universidad como espacio de investigación y formación crítica y la presión por resultados económicos y sociales inmediatos refleja un desafío global, pero con particularidades locales que Chile debe enfrentar con seriedad y sin caer en simplificaciones.
El asedio a la universidad es, en definitiva, un espejo de las complejas tensiones sociales y políticas que atraviesan el país.
El desgaste de la confianza y el cuestionamiento de su valor no pueden ser respondidos con defensas acríticas ni con ataques populistas, sino con una revisión profunda y plural que permita fortalecer las instituciones y su aporte a la sociedad.
Solo así la universidad podrá recuperar su prestigio y legitimidad como un pilar fundamental para el desarrollo democrático, social y económico de Chile.
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Fuentes:
- Informe Fiscalía Nacional Económica (FNE), 2025.
- Bernardo Lara E. y Daniel Chernilo, Escuela de Gobierno UAI.
- Análisis complementarios de expertos en educación superior y economía chilena.