
Una amenaza desde Washington que sacude a Abuja
El 1 de noviembre de 2025, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó una advertencia contundente: ordenó al Departamento de Guerra prepararse para una posible intervención militar en Nigeria si el gobierno no detiene lo que calificó como la "matanza de cristianos" por parte de grupos terroristas islámicos. En su plataforma Truth Social, Trump amenazó con suspender toda ayuda estadounidense y actuar "rápida, despiadada y cruelmente" para proteger a los "queridos cristianos".
"Si el Gobierno nigeriano sigue permitiendo la matanza de cristianos, EE.UU. detendrá inmediatamente toda la ayuda y asistencia a Nigeria, y muy bien podría intervenir en ese ahora desprestigiado país, blandiendo armas, para eliminar completamente a los terroristas islámicos que están cometiendo esas horribles atrocidades", expresó el mandatario.
Este discurso representa un giro respecto a su política exterior previa, que había tendido a evitar intervenciones militares en el extranjero, pero ahora se enmarca en una retórica más agresiva, que también ha apuntado a otros focos como Venezuela o pruebas nucleares.
---
Nigeria responde: rechazo y complejidad en el terreno
El gobierno nigeriano, liderado por el presidente Bola Ahmed Tinubu, rechazó categóricamente las acusaciones, calificándolas de "injustas y desinformadas". En declaraciones oficiales, Tinubu afirmó que Nigeria es una "democracia pluralista con garantías constitucionales para la libertad religiosa", y que la violencia afecta a personas de todas las religiones, no solo a cristianos.
"No hay un intento sistemático e intencional, ni por parte del Gobierno ni de ningún grupo serio, de atacar una religión en particular", aseguró Idris Muhammed, ministro de Información.
El gobierno nigeriano ha expresado su disposición a cooperar con Estados Unidos para combatir el terrorismo, pero subrayó la necesidad de respetar la integridad territorial y evitar intervenciones unilaterales.
---
El conflicto en Nigeria: un mosaico de causas y actores
Nigeria, con más de 220 millones de habitantes, está dividida religiosamente, con mayoría musulmana en el norte y cristiana en el sur, pero la violencia que azota al país tiene raíces complejas que van más allá de la religión.
En el noreste, grupos yihadistas como Boko Haram y la Provincia del Estado Islámico de África Occidental (ISWAP) han causado la muerte de más de 35.000 personas en los últimos 15 años, y desplazado a millones. Sin embargo, la mayoría de las víctimas son musulmanas, según datos oficiales y análisis independientes.
En el centro del país, la violencia está marcada por enfrentamientos entre pastores nómadas, mayoritariamente fulani y musulmanes, y agricultores sedentarios, en su mayoría cristianos. Estos conflictos están impulsados por la competencia por tierras y recursos, exacerbada por el cambio climático y la pobreza.
Además, bandas criminales conocidas como "bandidos" siembran terror con secuestros y asesinatos indiscriminados, afectando a comunidades de todas las religiones.
---
Discrepancias en las cifras y narrativas
Las cifras citadas por Trump y algunos políticos y activistas conservadores estadounidenses, que hablan de decenas o hasta cientos de miles de cristianos asesinados, provienen en gran parte de organizaciones como InterSociety, cuyos métodos y fuentes han sido cuestionados por su opacidad y falta de verificación rigurosa.
Otras entidades, como ACLED y Amnistía Internacional, ofrecen datos más moderados y contextualizados, indicando que la violencia afecta a múltiples grupos y que la persecución religiosa no es necesariamente sistemática.
Expertos en seguridad y analistas locales insisten en que, aunque hay ataques contra cristianos, la violencia no puede reducirse a un conflicto religioso puro, sino que debe entenderse en un marco de disputas socioeconómicas, étnicas y criminales.
---
Voces contrapuestas y consecuencias visibles
Desde Estados Unidos, figuras como el senador Ted Cruz o el reverendo Franklin Graham han amplificado la narrativa de persecución cristiana, influyendo en la agenda política y en la retórica presidencial.
En Nigeria, la respuesta oficial es de rechazo a esta caracterización, insistiendo en la complejidad del conflicto y en la necesidad de soluciones multilaterales y respeto a la soberanía.
La amenaza de intervención militar estadounidense, aunque aún no concretada, genera inquietud en la región y pone en jaque las relaciones diplomáticas entre ambos países.
En un contexto donde la violencia persiste y las causas son múltiples, la simplificación del conflicto en términos exclusivamente religiosos puede obstaculizar la búsqueda de soluciones efectivas y aumentar las tensiones internacionales.
---
Conclusión
La crisis en Nigeria y la amenaza de Trump reflejan un choque entre narrativas: una mirada exterior que enfatiza la persecución religiosa y una realidad local compleja, marcada por múltiples conflictos interrelacionados.
La verificación rigurosa de cifras y la pluralidad de perspectivas son fundamentales para evitar la instrumentalización política de tragedias humanas y promover respuestas que atiendan las raíces profundas del conflicto.
En definitiva, el desafío está en reconocer la tragedia que sufren comunidades enteras sin caer en simplificaciones que alimenten la polarización y dificulten la convivencia y la paz en Nigeria y más allá.