Último debate presidencial en Chile: un choque de estrategias y discursos que anticipa un escenario polarizado

Último debate presidencial en Chile: un choque de estrategias y discursos que anticipa un escenario polarizado
Actualidad
Política
2025-11-11
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- Ocho candidatos en un escenario tenso y diverso.

- Voto obligatorio como factor decisivo.

- Diferencias profundas en visiones sobre seguridad, economía y democracia.

El lunes 10 de noviembre de 2025, ocho candidaturas presidenciales se enfrentaron en el último debate organizado por la Asociación Nacional de Televisión (Anatel), en una jornada que, más allá del intercambio inmediato de ideas, reveló las líneas de fractura que definirán la elección del 16 de noviembre. El debate comenzó puntualmente a las 21:00 horas desde los estudios de TVN y fue transmitido simultáneamente por los principales canales y plataformas digitales.

Un coliseo político de voces y tensiones

Los protagonistas —Franco Parisi, Jeanette Jara, Marco Enríquez-Ominami, Johannes Kaiser, José Antonio Kast, Eduardo Artés, Evelyn Matthei y Harold Mayne-Nicholls— desplegaron posturas que evidencian un país fragmentado, donde la disputa no es solo ideológica, sino también generacional y social.

La candidata de izquierda, Jara, centró su discurso en la urgencia de políticas sociales robustas y en la defensa de la democracia participativa, mientras que el líder republicano Kast enfatizó la seguridad ciudadana, el control migratorio y la recuperación del orden público, temas que resuenan especialmente entre el electorado joven y de sectores populares que ahora votan obligatoriamente.

“El voto obligatorio ha traído a las urnas a un electorado pragmático, que no se identifica claramente con la izquierda ni con la derecha, y que prioriza la seguridad y la economía,” explicó la académica Mila Ríos, del departamento de Política y Gobierno de la Universidad Alberto Hurtado, en un análisis posterior al debate.

El factor voto obligatorio y su impacto en el escenario electoral

Este proceso es el primero en la historia chilena donde 15,8 millones de personas están obligadas a votar, incluyendo a 880.000 extranjeros residentes. Esta ampliación del padrón electoral ha modificado las reglas del juego: según expertos y encuestas recientes, el electorado obligado está compuesto mayoritariamente por jóvenes y sectores populares que tienden a votar con criterios pragmáticos más que ideológicos.

Los sondeos previos al debate mostraban a Jara liderando con un 28,5%, seguida por Kast con un 19,9% y Kaiser con un 15,6%. Sin embargo, entre el electorado obligado, Kast alcanza un 27% de apoyo, superando a Jara, lo que revela un electorado con tendencias complejas y en algunos casos contradictorias.

Cristián Valdivieso, director de Criteria, señaló que “este votante desafecto no es apático, sino que busca posturas radicales y está dispuesto a desafiar a los políticos tradicionales.”

Voces en pugna: la diversidad de perspectivas

- Desde la centroizquierda, se advierte que la polarización y la retórica de seguridad pueden erosionar los avances democráticos y profundizar la desigualdad.

- La derecha y extrema derecha defienden un enfoque de mano dura, prometiendo recuperar la estabilidad y el crecimiento económico.

- Votantes independientes y jóvenes expresan desconfianza hacia las estructuras políticas tradicionales, manifestando una “infidelidad electoral” que puede traducirse en sorpresas el día de la votación.

Consecuencias y certezas a la vista

El debate dejó claro que la elección presidencial de noviembre no será un mero ejercicio de preferencias políticas, sino una contienda que refleja la crisis de representatividad y la complejidad de un Chile que busca definirse en medio de múltiples tensiones sociales y económicas.

La alta participación esperada, producto del voto obligatorio, podría llevar a un resultado inesperado y a una segunda vuelta polarizada, con un electorado más fragmentado y menos alineado con los partidos tradicionales.

Quien resulte electo deberá gobernar con una base heterogénea y pragmática, consciente de que el apoyo de ayer puede diluirse rápidamente si las expectativas no se cumplen. La política chilena enfrenta así un desafío monumental: traducir la diversidad y el desencanto en un proyecto común que permita superar la desafección y construir estabilidad.

En definitiva, el último debate presidencial no solo anticipó un choque de discursos sino también el profundo desafío de una democracia que debe reinventarse para incluir a un electorado que, por primera vez, vota obligado y con un horizonte menos ideológico y más pragmático. El coliseo está listo; la tragedia o la esperanza dependerán del próximo capítulo electoral.