
En un acto que trascendió la mera ceremonia protocolar, Rodrigo Paz asumió la presidencia de Bolivia el 8 de noviembre de 2025, marcando un punto de inflexión en la relación bilateral con Chile. Su discurso inaugural no sólo estuvo teñido por la solemnidad de la investidura, sino también por una emotiva evocación de su infancia vivida en el exilio, en la que Chile y, en particular, el barrio Macul, ocuparon un lugar destacado.
"En Chile, no me olvido del barrio Macul, también en (la época de) ese exilio", recordó Paz, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, quien gobernó Bolivia entre 1989 y 1993. Esta mención no es menor: representa un reconocimiento explícito a la acogida que su familia recibió en suelo chileno, un gesto que ha sido interpretado por diversos sectores como un símbolo de una relación que busca dejar atrás viejos desencuentros.
Sin embargo, la historia reciente y el contexto político no permiten simplificaciones. Apenas un mes antes, la analista internacional Paz Milet había anticipado que la elección de Paz podría generar "un clima más favorable" con Chile, aunque subrayando que esto no implicaría automáticamente el restablecimiento de relaciones diplomáticas formales. La crisis económica boliviana, la escasez de combustibles y la necesidad de alianzas parlamentarias son desafíos urgentes que condicionan la agenda del nuevo mandatario.
Desde la perspectiva chilena, la recepción de este nuevo escenario es ambivalente. Por un lado, sectores políticos y académicos valoran la voluntad expresada por Paz de fortalecer vínculos, mientras que otros mantienen cautela ante posibles tensiones históricas no resueltas. La sociedad civil en ambas naciones observa con atención, consciente de que la cooperación fronteriza y los intercambios culturales pueden ser terreno fértil para la reconciliación, pero también foco de disputas.
Por su parte, la presencia de mandatarios como Gabriel Boric, Javier Milei y otros líderes latinoamericanos en la investidura subraya la relevancia regional de este cambio de mando. La lluvia intensa que acompañó la jornada fue interpretada por Paz como una bendición de la Pachamama, un simbolismo que conecta con las raíces indígenas y la cosmovisión andina, reforzando la carga emocional del momento.
Este episodio revela la complejidad de una relación que se construye entre la memoria personal y los intereses geopolíticos. La evocación del exilio en Chile no es sólo un recuerdo íntimo, sino un mensaje político que invita a la reflexión sobre los vínculos históricos y las posibilidades de futuro.
En conclusión, la investidura de Rodrigo Paz representa una oportunidad para repensar la relación entre Bolivia y Chile desde una perspectiva más humana y pragmática, aunque los desafíos estructurales y las diferencias políticas persisten. La pluralidad de voces y los distintos enfoques mostrados en este proceso permiten concluir que, si bien el camino hacia una relación más cercana parece abierto, estará marcado por tensiones, negociaciones y la necesidad de un diálogo sincero y sostenido.
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