
Spotify, la plataforma que revolucionó la industria musical, se encuentra hoy en una encrucijada que refleja las tensiones entre innovación tecnológica, protección de derechos y sostenibilidad económica.
El 8 de noviembre de 2025, Rosalía logró posicionar 12 de las 15 canciones de su disco 'Lux' en el Top50 Global de Spotify, consolidándose como la tercera artista más escuchada en la plataforma. Este hito simboliza el poder de alcance y democratización que Spotify ha otorgado a los artistas, permitiendo que una catalana alcance un público masivo a escala planetaria.
Pero esta expansión no está exenta de complejidades. En septiembre, Spotify endureció sus políticas para regular contenidos generados con inteligencia artificial (IA), buscando frenar prácticas fraudulentas como la suplantación de voz y la proliferación de spam musical. La compañía reconoció que, aunque la IA abre nuevas posibilidades creativas, también puede ser usada para engañar a oyentes y distorsionar el ecosistema musical. Para ello, anunció colaboraciones con organismos de estándares musicales para etiquetar claramente cuándo la IA interviene en la creación de una pista, desde la generación de voces hasta la posproducción.
“No se trata de castigar a los artistas que utilizan la IA de forma responsable ni de disminuir la visibilidad de las pistas por revelar información sobre su proceso de creación”, explican desde Spotify, que además ha eliminado más de 75 millones de contenidos spam en el último año y continúa desarrollando filtros más sofisticados.
Esta batalla contra el fraude y la desinformación convive con una transformación más profunda del negocio musical. Según reportes de Goldman Sachs y análisis de la industria, el mercado global de la música alcanzará los 200.000 millones de dólares para 2035, impulsado por el auge del streaming y la inversión en catálogos de música clásica o 'legacy'.
El cambio de paradigma es radical: la industria pasó de la venta física de CDs y vinilos a un modelo dominado por plataformas como Spotify, que en 2024 generaron más de 20.400 millones de dólares en ingresos por streaming. Sin embargo, esta transición ha generado disonancias. Mientras más artistas pueden subir su música —12 millones en Spotify versus decenas de miles en la era del CD—, la remuneración por reproducción sigue siendo un tema conflictivo.
“Spotify democratizó la música, pero también hizo más difícil vivir de la música grabada”, comenta un ejecutivo internacional, mientras que artistas como Víctor Manuel critican que la precarización laboral es una realidad para muchos músicos emergentes.
El sistema de reparto de ingresos, con Spotify quedándose entre el 25% y 30%, los autores recibiendo un 15% y las discográficas tomando más de la mitad del resto, ha estrechado los márgenes para sellos y artistas. Además, la plataforma ha implementado funciones como el “modo discovery”, que mediante descuentos en regalías favorece a ciertos artistas en el algoritmo, generando críticas que lo comparan con prácticas antiguas de pago por difusión.
Por otro lado, la industria ha visto un auge en la compra y venta de catálogos musicales, considerados activos financieros estables y rentables. Grandes sellos como Sony han pagado cifras récord por derechos de artistas legendarios, mientras inversionistas buscan futuros 'legacy' en repertorios emergentes.
En lo tecnológico, Spotify ha buscado ampliar la interacción social dentro de su plataforma. Desde agosto de 2025, lanzó una función de mensajería instantánea que permite a los usuarios compartir canciones, playlists y podcasts sin salir de la aplicación, reforzando su ecosistema y la permanencia de los usuarios.
Las voces en este escenario están divididas:
- Desde la perspectiva de Spotify y los grandes sellos, la innovación tecnológica es clave para sostener y hacer crecer el negocio, siempre con una regulación que evite abusos y proteja la propiedad intelectual.
- Desde el lado de los artistas independientes y críticos, la democratización del acceso no se traduce necesariamente en ingresos justos, y las nuevas herramientas pueden replicar viejas desigualdades bajo un manto tecnológico.
- Los consumidores, por su parte, disfrutan de una oferta musical sin precedentes, pero enfrentan un ecosistema saturado, donde la calidad y autenticidad pueden diluirse entre millones de lanzamientos y contenidos generados artificialmente.
Las consecuencias de estos desafíos ya son visibles: la industria musical se encuentra en un proceso de reinvención que no solo implica cambios tecnológicos, sino también económicos, culturales y regulatorios. La protección frente a la IA fraudulenta, la transparencia en el uso de esta tecnología, la equidad en la distribución de ingresos y la adaptación a nuevos hábitos de consumo serán temas centrales en los próximos años.
En definitiva, Spotify y la industria musical están en un coliseo donde se enfrentan innovación y tradición, ética y mercado, artistas y algoritmos. El espectador, el oyente, debe decidir qué voz seguir y cómo interpretar esta compleja tragedia contemporánea que redefine la música y su valor en la sociedad.
2025-09-25