Chile frente al Nobel de Economía 2025: Innovar o estancarse sin remedio

Chile frente al Nobel de Economía 2025: Innovar o estancarse sin remedio
Economía
Macroeconomía
2025-11-11
Fuentes
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- Innovación como motor ineludible para el crecimiento económico sostenible.

- Destrucción creativa: la incómoda dinámica que Chile debe afrontar.

- Choques institucionales y culturales que frenan la competencia y el emprendimiento.

En octubre de 2025, el Premio Nobel de Economía reconoció a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt por su aporte fundamental al entendimiento del crecimiento económico impulsado por la innovación. Su trabajo, que ha madurado en décadas, ofrece una lente imprescindible para analizar el estancamiento estructural que arrastra Chile desde hace más de quince años.

Un recorrido histórico y teórico
Joel Mokyr, historiador económico, identificó que el crecimiento sostenido moderno surge cuando una sociedad no solo acumula conocimientos, sino que construye una cultura e instituciones que promueven la innovación acumulativa y verificable. Su análisis revela que la Revolución Industrial fue más que un avance técnico: fue una transformación cultural que permitió que el conocimiento científico explicara por qué las innovaciones funcionaban y cómo podían replicarse.

Por su parte, Philippe Aghion y Peter Howitt formalizaron el concepto de “destrucción creativa” en un modelo matemático que explica cómo la innovación constante desplaza tecnologías y empresas obsoletas, generando simultáneamente progreso y pérdida. Este proceso, inspirado en Joseph Schumpeter, implica que el crecimiento económico no es pacífico ni lineal, sino un coliseo donde viejos actores luchan por no desaparecer frente a nuevos desafíos.

El desafío chileno: un coliseo sin gladiadores
Chile enfrenta hoy una paradoja inquietante. Mientras el mundo avanza aceleradamente en innovación, nuestro país exhibe un crecimiento estancado y baja productividad. Las instituciones, lejos de fomentar la competencia dinámica, generan barreras de entrada y protecciones para incumbentes que bloquean la renovación.

Desde la perspectiva de los Nobel, este fenómeno no es casual. “Las sociedades que temen la competencia terminan temiendo el progreso”, señala un análisis compartido por expertos nacionales. La permisología excesiva, la rigidez laboral y la fragmentación institucional desincentivan la entrada de nuevos emprendimientos y la expansión de sectores innovadores.

Además, la desconexión entre universidades, empresas y Estado limita la transferencia tecnológica. Chile gasta menos de un tercio del promedio OCDE en I+D, y la mayoría de las empresas no reconoce la necesidad imperiosa de innovar. El ecosistema emprendedor es incipiente y las spin-offs tecnológicas son escasas.

Perspectivas encontradas: voces en el coliseo
En el debate público, las posiciones se dividen. Algunos sectores políticos abogan por fortalecer la protección social y redistribuir la riqueza existente, mientras que otros enfatizan la urgencia de reformas estructurales para liberar la competencia y fomentar la inversión en innovación.

Los académicos y expertos en políticas públicas coinciden en que sin un compromiso claro con la innovación y la competencia, Chile corre el riesgo de perpetuar un ciclo de bajo crecimiento y desigualdad creciente. “No basta con gastar más en investigación; se requiere una cultura que premie el riesgo, el fracaso inteligente y la experimentación rápida”, advierten.

Por otro lado, algunos actores empresariales reclaman mayor estabilidad regulatoria y apoyo público para sectores estratégicos como la minería inteligente, la agroindustria avanzada y la energía verde, señalando que la incertidumbre política y normativa desalienta la inversión de largo plazo.

Verdades ineludibles y caminos por delante
El Nobel de Economía 2025 no solo premió investigaciones académicas, sino que lanzó un llamado clarísimo para países como Chile: sin innovación y sin permitir la destrucción creativa, no hay progreso sostenible. La competencia no es una amenaza, sino la fuerza vital que impulsa la renovación y la productividad.

Para Chile, las conclusiones son contundentes:
- Es urgente reformar las instituciones para facilitar la entrada y salida de empresas, eliminando barreras burocráticas y regulaciones que favorecen a incumbentes.
- Se requiere un ecosistema de innovación integrado, donde universidades, empresas y Estado actúen coordinadamente en torno a misiones tecnológicas concretas.
- Es necesario cultivar una cultura que valore la experimentación, tolere el error y premie la reinvención constante.

El camino no es sencillo ni políticamente cómodo. La destrucción creativa implica que sectores y actores perderán espacio, y que la estabilidad aparente puede verse sacudida. Sin embargo, como mostraron Mokyr, Aghion y Howitt, esa tensión es la condición sine qua non para que el crecimiento económico se sostenga y se traduzca en bienestar real.

En definitiva, Chile está ante un desafío que trasciende ciclos electorales y discursos superficiales. La verdadera pregunta es si está dispuesto a abrir las puertas del coliseo a los gladiadores del cambio o si seguirá aferrado a un statu quo que condena al estancamiento.