
En un escenario político que parecía consolidar la unidad del oficialismo, la candidata del Pacto Unidad por Chile, Jeannette Jara, ha abierto una brecha pública con el Presidente Gabriel Boric. Durante el debate presidencial de Anatel, el 10 de noviembre de 2025, Jara afirmó que el estilo de Boric "no me representa" y que ella "habría saludado de pie" al presidente argentino Javier Milei, a diferencia del mandatario chileno.
Este gesto, aparentemente menor, ha generado un efecto dominó en la percepción pública y política. Para muchos, el saludo es un símbolo cargado de significado en la diplomacia latinoamericana, donde el respeto y las formas protocolarias reflejan alianzas y posicionamientos ideológicos. Jara, exministra y figura con raíces en tradiciones políticas distintas a Boric, ha utilizado esta diferencia para marcar una distancia clara, no solo personal sino estratégica.
Desde una óptica política, el desmarque de Jara se inscribe en un contexto de tensiones internas en la coalición oficialista, que enfrenta desafíos para mantener cohesión ante críticas por la gestión del gobierno y la creciente polarización social. Para sectores de izquierda más tradicionales, la postura de Jara representa un reclamo por un estilo más directo y menos ambiguo en la defensa de ciertos valores y alianzas.
En contraste, el presidente Boric ha optado por una diplomacia que algunos califican como pragmática y cautelosa, intentando equilibrar relaciones con actores polémicos como Milei sin caer en confrontaciones abiertas. Esta estrategia, sin embargo, ha sido interpretada por críticos y parte de la opinión pública como una falta de firmeza o de compromiso con ciertos principios.
"No es mi estilo, una vez más", remató Jara, dejando en claro que su postura no es un simple desacuerdo personal, sino un posicionamiento político que interpela la identidad y rumbo del oficialismo.
Desde la mirada regional, este episodio refleja las complejidades de la política latinoamericana, donde líderes emergentes y figuras disruptivas como Milei desafían los esquemas tradicionales. La reacción chilena, dividida entre respeto protocolar y rechazo ideológico, es un espejo de las tensiones que atraviesan la región.
En el plano ciudadano, la controversia ha polarizado opiniones. Algunos valoran la sinceridad y claridad de Jara, mientras otros defienden la prudencia de Boric para evitar rupturas diplomáticas innecesarias.
Tras este episodio, se constata que las diferencias dentro del oficialismo no son solo de estilo, sino que reflejan debates profundos sobre identidad política, estrategia y valores en un momento crucial para Chile. La fractura exhibida en público puede anticipar nuevas disputas internas y desafíos para la cohesión del bloque que sostiene al gobierno.
En definitiva, el saludo que no fue se ha convertido en un símbolo de las tensiones que atraviesan a la izquierda chilena y su relación con el cambiante mapa político regional. La historia reciente demuestra que los gestos, por pequeños que parezcan, pueden abrir grietas que marcan el futuro político del país.