
En la mañana del 3 de noviembre de 2025, Metro de Santiago informó el cierre parcial de la Línea 1 debido a la presencia de una persona en la vía en la estación Pajaritos. Esto obligó a suspender el servicio en tres estaciones: Pajaritos, Neptuno y San Pablo, dejando operativa la línea sólo entre Las Rejas y Los Dominicos.
Este hecho no es un episodio aislado, sino que se inscribe en un patrón creciente de interrupciones en el sistema de transporte público de la capital que ha tensionado tanto la operación como la experiencia ciudadana.
Desde el punto de vista operativo, Metro explicó que estas situaciones generan protocolos de seguridad estrictos que implican cierres preventivos para resguardar la integridad de los usuarios. Sin embargo, usuarios y organizaciones sociales han expresado su preocupación por la frecuencia de estos incidentes y su impacto en la movilidad diaria.
Las reacciones políticas han sido diversas. Por un lado, sectores de la oposición han señalado que estos eventos evidencian la falta de inversión y modernización en la infraestructura del Metro, lo que se traduce en vulnerabilidades operativas. En contraste, el gobierno ha enfatizado la necesidad de fortalecer los protocolos de seguridad y aumentar la presencia policial en estaciones críticas para evitar riesgos mayores.
Desde la perspectiva de las comunidades afectadas, especialmente en las comunas del sector poniente y surponiente donde se concentran las estaciones cerradas, se observan voces que reclaman una mirada integral que considere factores sociales, como la salud mental y el acompañamiento a personas en situación de vulnerabilidad, que muchas veces están detrás de estas interrupciones.
Este evento se suma a una serie de incidentes recientes, incluyendo cortes eléctricos masivos en octubre que afectaron también la operación del Metro y dejaron a cientos de miles de usuarios sin servicio, y cierres por conductas imprudentes o desperfectos técnicos en otras líneas. La acumulación de estos episodios ha generado un debate público sobre la sostenibilidad y resiliencia del sistema de transporte más utilizado en Santiago.
Los datos oficiales indican que durante esta interrupción, el servicio estuvo disponible solo en tramos limitados y se reforzaron las rutas de buses Red para mitigar el impacto en los desplazamientos. No obstante, la experiencia de los pasajeros fue de frustración y desconcierto, con reportes de aglomeraciones y demoras prolongadas.
En conclusión, este nuevo cierre parcial en la Línea 1 del Metro de Santiago revela una encrucijada en la gestión del transporte público: la tensión entre garantizar la seguridad inmediata y mantener la fluidez operativa, en un contexto de desafíos técnicos, sociales y políticos complejos. La solución no parece sencilla ni rápida, y demanda una mirada que trascienda la emergencia para abordar las causas estructurales y las consecuencias sociales.
Las verdades que emergen son claras: la infraestructura del Metro requiere inversiones sostenidas y estrategias de prevención más efectivas; la seguridad debe ser entendida desde un enfoque integral que incluya apoyo social; y la ciudadanía necesita canales transparentes para entender las decisiones y adaptarse a las contingencias. La historia de este episodio, lejos de cerrarse con la reapertura del servicio, invita a reflexionar sobre el futuro del transporte público en Santiago y su rol en la equidad urbana.