
Un pulso que se juega en múltiples arenas
Desde septiembre de 2025, Michelle Bachelet se posiciona como la candidata chilena para suceder a António Guterres en la Secretaría General de la ONU, con votación prevista para 2026. Lo que parecía una candidatura protocolar ha evolucionado en un complejo desafío político y diplomático, donde convergen intereses nacionales, presiones internacionales y debates internos que revelan profundas tensiones sobre la manera en que Chile se proyecta en el mundo.
Una encuesta informal realizada por PassBlue entre octubre y noviembre ubicó a Bachelet con un 29,1% de las preferencias, más del doble que su principal competidora, la ecuatoriana María Fernanda Espinosa. Este respaldo público internacional se ha visto reforzado por apoyos oficiales de países clave como España, Francia y China, este último un actor decisivo en el Consejo de Seguridad de la ONU, con poder de veto.
En paralelo, la expresidenta ha desplegado una intensa agenda internacional, incluyendo su participación en la COP30 en Belém y reuniones bilaterales con líderes mundiales, acompañada por el Presidente Gabriel Boric. En Beijing, el canciller Wang Yi la calificó como “figura política de renombre mundial” y “amiga de larga data del pueblo chino”, un aval que despeja dudas sobre la postura del gigante asiático.
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El Gobierno ha defendido la candidatura como una política de Estado y un motivo de orgullo nacional. La vocera Camila Vallejo acusó a la oposición de un “afán de mellar” la postulación, apuntando a que las críticas sobre el financiamiento buscan instalar sospechas más que aportar a un debate serio.
“Debería llenarnos de orgullo con un liderazgo que tiene altas posibilidades de liderar las Naciones Unidas”, expresó Vallejo.
Por su parte, el senador Juan Ignacio Latorre (Frente Amplio) llamó a superar “peleas pequeñas y mezquindades” para respaldar la candidatura como un proyecto de país.
Sin embargo, la oposición ha cuestionado la transparencia en el uso de recursos públicos para financiar la campaña, exigiendo claridad y acceso a la información mediante el Consejo para la Transparencia. El diputado Felipe Donoso (UDI) advirtió que no aceptarán que se mantenga en reserva el gasto, financiado con fondos estatales.
“Creemos que esto tiene que ser transparente, que todos los chilenos tienen que saber los costos de este desafío político”, afirmó Donoso.
Este choque político refleja no solo la disputa por la candidatura, sino también una tensión más profunda sobre cómo se construyen las políticas de Estado en Chile y la forma en que se articula el consenso político en torno a proyectos internacionales.
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Expertos y exfuncionarios han señalado que la candidatura de Bachelet debe inscribirse en una política de Estado que trascienda las figuras personales y los ciclos políticos.
Rafael Sousa, académico de la UDP, sostiene que “la política de Estado no es una candidatura en particular, sino un fin mayor, como la influencia en la esfera internacional”. En su opinión, el Ejecutivo ha hecho menos de lo necesario para dar ese carácter a la postulación, y ha descuidado formas y consensos que podrían fortalecer la candidatura.
El presidente del Senado, Manuel José Ossandón, ha reconocido el peso político y el prestigio internacional de Bachelet, señalando que “nadie puede estar en contra si hay un país que está presentando a una mujer chilena como candidata”.
La candidatura también se enmarca en un momento histórico para la ONU, donde nunca una mujer ha ocupado la Secretaría General, y América Latina ha tenido solo un secretario general en ocho décadas. La postulación de Bachelet busca corregir esas ausencias, aportando una visión que combina experiencia en derechos humanos, diplomacia y políticas de género.
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El proceso de elección tendrá lugar en un escenario internacional marcado por crecientes desafíos al multilateralismo, conflictos bélicos, crisis climática y demandas de mayor inclusión y equidad.
En Chile, la candidatura ha generado un debate que desnuda la fragmentación política y la dificultad para construir consensos amplios sobre la proyección internacional del país. La disputa por la transparencia en el financiamiento y el manejo comunicacional han tensionado la postulación, poniendo en riesgo la imagen de unidad que se requiere para enfrentar con éxito la competencia global.
En el plano internacional, el apoyo de China y otros países clave es un activo estratégico, pero la candidatura deberá navegar complejas negociaciones multilaterales y alianzas que definirán su viabilidad.
Finalmente, la candidatura de Michelle Bachelet pone en escena no solo la aspiración de una mujer latinoamericana a liderar la ONU, sino también el reflejo de las tensiones internas de Chile en su relación con el mundo, y la necesidad de construir políticas de Estado sólidas que trasciendan coyunturas y disputas partidistas.
El lector queda así ante el espectáculo de una candidatura que es a la vez un desafío diplomático y una tragedia política doméstica, donde el éxito dependerá tanto de la capacidad de Bachelet para tejer apoyos internacionales como del equilibrio político interno para sostener una estrategia coherente y legítima.
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Fuentes: PassBlue, La Tercera, Cooperativa, BioBioChile, declaraciones oficiales del Gobierno de Chile, análisis académico UDP, entrevistas a senadores y diputados, cobertura de la COP30 y reuniones bilaterales en Belém y Beijing.