
En el último año, Novo Nordisk ha visto desplomarse su valor bursátil en más de un 70%, un descenso que desmoronó la corona del gigante farmacéutico danés, otrora el titán europeo indiscutido en medicamentos para la obesidad y la diabetes. El escenario actual es un tablero de ajedrez donde confluyen tensiones internas, competencia feroz y una apuesta arriesgada por mantener la vanguardia en un mercado que se ha tornado impredecible y voraz.
La historia no es de un fracaso repentino, sino de una concatenación de eventos que comenzaron a fraguar en 2024. Los medicamentos estrella de Novo, Ozempic y Wegovy, perdieron terreno frente a las nuevas fórmulas de su rival estadounidense Eli Lilly, especialmente con la tirzepatida (Mounjaro y Zepbound), que demostró mayor eficacia clínica. A ello se sumó un problema de producción y logística: mientras Lilly externalizó la fabricación facilitando su escalabilidad, Novo Nordisk apostó por procesos internos complejos con levaduras, lo que limitó su capacidad de respuesta rápida ante la demanda explosiva.
"La falta de previsión en la expansión de la producción y el auge de versiones genéricas no autorizadas en EE.UU. erosionaron nuestra posición", admitió un analista farmacéutico consultado por Bloomberg. La proliferación de medicamentos compuestos, más baratos y sin las garantías regulatorias plenas, abrió una brecha que Novo ha intentado cerrar con demandas legales y campañas de marketing, sin resultados contundentes hasta ahora.
La presión no solo se sintió en la Bolsa, donde las acciones perdieron más del 60% de su valor en 12 meses, sino también en la gobernanza de la empresa. En octubre, el presidente Helge Lund y seis directores renunciaron tras una disputa con la Fundación Novo Nordisk, accionista mayoritario, que exigía una reconfiguración más profunda del directorio. Lars Rebien Sørensen, ex CEO y ahora presidente de la Fundación, asumió un rol más activo para encaminar la compañía hacia una "nueva realidad" en un mercado más dinámico y competitivo.
En paralelo, Mike Doustdar, un veterano de la empresa con 33 años de trayectoria, fue nombrado CEO en agosto de 2025. Doustdar, el primer CEO no danés en la historia de Novo, enfrenta el desafío de recuperar la confianza del mercado y reposicionar a la empresa en EE.UU., su mercado más estratégico.
"Asumo este rol con un fuerte sentido de urgencia y determinación para que Novo Nordisk apunte más alto que nunca", declaró Doustdar en su primera aparición pública.
En medio de esta tormenta, Novo Nordisk ha puesto todas sus fichas en la adquisición de Metsera, una start-up estadounidense que desarrolla fármacos experimentales para la obesidad con potencial innovador, incluyendo tratamientos con menor frecuencia de administración. Sin embargo, esta jugada ha desatado una guerra de ofertas con Pfizer, que también busca controlar Metsera y ha llevado la disputa a tribunales en Estados Unidos.
Pfizer acusa a Novo Nordisk de prácticas anticompetitivas para impedir que la start-up y sus accionistas mayoritarios puedan negociar libremente, mientras que Novo defiende que la operación es clave para mantener su liderazgo en un mercado saturado y en rápida evolución.
Desde la perspectiva financiera, la operación con Metsera es un riesgo calculado. Analistas estiman que, si Metsera logra aprobar sus medicamentos y se integran eficientemente, podría generar un rendimiento cercano al 8% sobre el capital invertido, un retorno que cubriría el costo de capital del grupo danés. Sin embargo, las pérdidas acumuladas previstas hasta 2030 y la incertidumbre regulatoria en EE.UU. son sombras que podrían alargar la crisis.
Desde el punto de vista político y regulatorio, la batalla judicial y las quejas de Pfizer han puesto en alerta a las autoridades antimonopolio, que podrían bloquear o condicionar la operación, afectando el futuro de Novo Nordisk.
En el plano social y de salud pública, la competencia feroz entre estas farmacéuticas tiene un impacto directo en el acceso y precio de los tratamientos para la obesidad, una enfermedad que afecta a más del 70% de la población en países como Chile. La concentración del mercado y la entrada de genéricos y compuestos no regulados generan un debate sobre la equidad y seguridad del acceso a estos medicamentos.
La historia de Novo Nordisk en 2025 es una tragedia contemporánea de un gigante que se vio superado por su propio éxito y la velocidad del cambio en su industria. La falta de anticipación a la competencia, la complejidad interna y las tensiones en su gobierno corporativo han puesto en jaque su posición.
Sin embargo, la llegada de un CEO con visión global y la apuesta por la innovación a través de Metsera muestran que la empresa no se rinde sin pelear. El desenlace de esta saga dependerá de factores regulatorios, judiciales y estratégicos que aún están en juego.
Para Chile y otros mercados emergentes, la historia de Novo Nordisk es una ventana para comprender los desafíos de la industria farmacéutica global, la influencia de las grandes corporaciones en la salud pública y la importancia de políticas que equilibren innovación, competencia y acceso.
En definitiva, la batalla de Novo Nordisk es más que una guerra corporativa: es un espejo de las tensiones entre mercado, ciencia y sociedad en el siglo XXI.