
Un gigante que despertó la alarma global. El huracán Melissa tocó tierra en Jamaica el 28 de octubre de 2025 como un ciclón categoría 5, con vientos máximos sostenidos de casi 300 kilómetros por hora y una presión atmosférica en su ojo de apenas 892 milibares, cifras que lo colocan entre los huracanes más intensos registrados en el Atlántico en más de un siglo. Su velocidad de avance, inusualmente lenta —alrededor de 11 km/h en su paso por Jamaica—, potenció los daños al prolongar la exposición a vientos y lluvias torrenciales, generando inundaciones catastróficas y deslizamientos en el accidentado terreno de la isla.
Tres factores clave explican su monstruosa fuerza. Primero, las aguas del Caribe occidental presentaron temperaturas récord, cercanas a los 30 grados Celsius incluso a 100 metros de profundidad, un combustible térmico excepcional para alimentar y sostener la tormenta. Segundo, la ausencia de cizalladura del viento permitió que Melissa mantuviera y aumentara su intensidad sin la fragmentación típica que sufren otros huracanes. Y tercero, su lento desplazamiento sobre estas aguas cálidas facilitó la acumulación de energía, una combinación poco frecuente y peligrosa.
"Melissa es un huracán 'de manual' en tiempos de crisis climática, una manifestación clara de cómo el calentamiento global está cambiando la naturaleza de estos fenómenos", señala el meteorólogo cubano José Rubiera, experto en huracanes. La Organización Meteorológica Mundial calificó a Melissa como 'la tormenta del siglo para Jamaica', una afirmación que refleja la gravedad del impacto y la excepcionalidad del evento.
Perspectivas divergentes sobre la gestión y consecuencias. Desde el gobierno jamaicano y organismos internacionales como la Cruz Roja y Unicef, se reconoció la eficacia del sistema de alertas tempranas y las evacuaciones masivas que permitieron salvar vidas, aunque lamentablemente se reportaron al menos tres fallecidos en la isla. Sin embargo, expertos en desarrollo y economía advierten que las consecuencias para la infraestructura, la economía local y la calidad de vida serán profundas y duraderas, con un impacto directo en más de 1,5 millones de personas.
En contraste, voces críticas desde sectores sociales y ambientalistas cuestionan la preparación de las autoridades para enfrentar eventos cada vez más extremos y llaman a una acción climática urgente y coordinada. "No podemos seguir reaccionando a cada desastre como si fuera una sorpresa, la nueva normalidad exige planificación y adaptación con visión de largo plazo", advierte la investigadora ambiental costarricense Ana María Gómez.
La ciencia y el debate climático. Aunque no se puede atribuir un solo evento a la crisis climática, la mayoría de los científicos coinciden en que el calentamiento global incrementa la intensidad y duración de huracanes como Melissa. "El aumento de la temperatura del mar es el principal motor que ha permitido a Melissa convertirse en un huracán monstruoso, y este patrón se repetirá con mayor frecuencia si no se toman medidas drásticas", explica el especialista estadounidense Jeff Masters.
Por otro lado, algunos sectores políticos y económicos minimizan la relación directa entre el cambio climático y estos eventos, enfatizando en la necesidad de fortalecer la infraestructura y la respuesta inmediata sin comprometer agendas de desarrollo económico.
Conclusiones y aprendizajes visibles.
Melissa no solo batió récords meteorológicos, sino que puso en evidencia la vulnerabilidad de las sociedades caribeñas ante fenómenos cada vez más extremos y complejos. La combinación de aguas cálidas, ausencia de cizalladura y movimiento lento creó una tormenta que desafió las previsiones y exigió respuestas rápidas y coordinadas. Las consecuencias humanas, sociales y económicas son palpables y exigen una revisión profunda de políticas públicas, inversión en resiliencia y una mirada integral que incluya la crisis climática como eje central.
Este huracán, con su paso devastador, invita a un debate necesario y urgente sobre cómo el cambio climático está transformando el planeta y cómo las sociedades deben prepararse para enfrentar no solo huracanes, sino un conjunto de desafíos ambientales y sociales que se entrelazan inexorablemente.
La historia de Melissa quedará inscrita como un recordatorio de que la naturaleza no perdona la negligencia y que el futuro depende de la capacidad colectiva para entender, anticipar y actuar con responsabilidad y visión crítica.