
Héctor “Tito” Noguera partió el pasado octubre dejando tras de sí un legado que trasciende las tablas y las pantallas. Falleció a los 88 años, tras una batalla de cuatro meses contra un cáncer terminal, pero su partida no fue un adiós abrupto, sino el cierre de una vida dedicada al arte, la reflexión y la humanidad.
Desde sus primeros años, Noguera mostró una sensibilidad social y cultural que marcaría su carrera. Participó en más de 160 obras de teatro, 22 películas y 30 teleseries, pero su esencia siempre estuvo en el teatro, donde fue actor, director y formador. Su vínculo con la Universidad Católica y su trabajo en emblemáticos espacios como el Teatro Ictus y el Teatro Camino en Peñalolén consolidaron su rol como constructor de puentes culturales.
Ramón Núñez, actor y director, recuerda: "Tito no solo fue un colega, éramos camaradas y muy amigos. Su ética de trabajo y su forma de enfrentar el trabajo colectivo serán un gran legado". Su influencia se extendió a generaciones jóvenes, como Néstor Cantillana, quien destaca la mirada humanista y el compromiso social que Tito imprimió en su arte.
Pero Noguera no fue solo un artista; fue un hombre con convicciones firmes. La ministra de las Culturas, Carolina Arredondo, lo definió como "un maestro" y destacó su valentía para defender la libertad creativa y el pensamiento crítico, incluso en tiempos difíciles. Su rechazo al autoritarismo y su compromiso con la justicia social se reflejaron tanto en su vida como en sus personajes.
Uno de los momentos más emblemáticos de su carrera fue su papel en la película "El Chacal de Nahueltoro" (1969), donde interpretó al padre Eloy Parra, el sacerdote que transformó a un hombre condenado en un ser humano reformado. En sus memorias, Noguera reflexionó sobre la contradicción entre redención y castigo, un tema que sigue vigente en la sociedad chilena.
Su último trabajo en televisión fue en la teleserie "Aguas de Oro", donde, pese a su delicado estado de salud, siguió grabando hasta pocos días antes de su muerte. La producción debió adaptar el guion para respetar su situación, y su despedida en el set fue emotiva, con aplausos y muestras de cariño.
La despedida pública en la Universidad Católica reunió a familiares, colegas y admiradores, y reflejó la profunda huella que dejó en el país. Alfredo Castro, amigo y actor, afirmó: "No vengo a despedirme de él, vengo a recibirlo y ojalá que las nuevas generaciones reciban su legado ético".
Verdades y consecuencias: Héctor Noguera encarna la figura del artista comprometido que no solo entretiene, sino que ilumina y humaniza. Su vida y obra son un recordatorio de que el arte puede ser un espacio de encuentro, reflexión y resistencia frente a las heridas sociales y políticas. Su legado invita a pensar en la cultura como herramienta para construir una sociedad más justa y fraterna, y a valorar la ética y la generosidad como pilares en el trabajo colectivo.
En un Chile fragmentado y convulsionado, la figura de Noguera se alza como un faro que desafía la superficialidad del ciclo noticioso inmediato, recordándonos que el tiempo y la profundidad son aliados indispensables para comprender y valorar la complejidad humana y social.
---
Fuentes consultadas: El País Chile, La Tercera, Cooperativa.cl.