El ministro en su laberinto: La negociación presupuestaria que define el futuro fiscal del país

El ministro en su laberinto: La negociación presupuestaria que define el futuro fiscal del país
Economía
Macroeconomía
2025-11-12
Fuentes
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- Presupuesto 2026 en jaque por tensiones políticas y económicas.

- Ministerio de Hacienda y Parlamento en un pulso estratégico.

- Impacto estructural en la gestión pública y prioridades nacionales.

Un laberinto sin salida clara. Así se ha descrito el proceso de negociación del Presupuesto Fiscal 2026, que a días de su cierre oficial se encuentra en un punto crítico, marcado por la incertidumbre y la falta de acuerdos efectivos entre el Ministerio de Hacienda y el Parlamento. La negociación, que debería ser un ejercicio pragmático de acuerdos, se ha convertido en un escenario de desconfianza y estrategias contrapuestas.

El ministro de Hacienda enfrenta un desafío mayúsculo: lograr un presupuesto que no solo sea aprobado, sino que responda a las necesidades reales del país, en un contexto de estrechez fiscal y demandas sociales crecientes. Sin embargo, como advierte Claudio González, director académico de programas ejecutivos en la FEN de la Universidad de Chile, 'la disponibilidad para negociar es escasa y las intenciones detrás de las sumas y restas parecen buscar objetivos distintos al acuerdo'.

Desde el Parlamento, la percepción es que el Ejecutivo no ha abierto un espacio real para la negociación. La limitadísima discrecionalidad del 1% para reasignar partidas presupuestarias, sin glosas de libre disposición, ha sido vista como una estrategia para cerrar la puerta al diálogo efectivo. Además, la incertidumbre en la proyección de ingresos fiscales dificulta la construcción de un presupuesto sólido y confiable. Esta falta de claridad erosiona la confianza y dificulta la planificación tanto de los sectores públicos como privados.

En el centro de este pulso está la pregunta de fondo: ¿qué modelo de gestión y prioridades debe guiar el gasto público en un escenario de austeridad? Para los negociadores, el presupuesto no es sólo una cifra, sino la expresión tangible de las políticas públicas y los compromisos del Estado con sus ciudadanos.

Desde sectores críticos, se señala que la rigidez en la estructura del gasto público y la resistencia a revisar partidas establecidas en leyes limitan la capacidad de adaptación del Estado a nuevas realidades. Mientras tanto, el Parlamento busca proteger inversiones y programas estratégicos para sus regiones y grupos de interés, complicando aún más la redistribución de recursos.

Este enfrentamiento no es sólo técnico, sino profundamente político. El ministro debe anticipar el mejor escenario negociador (BATNA) del Parlamento y preparar un plan B, consciente de que el Legislativo mantiene su poder incluso cuando el Ejecutivo cambia. 'El encargado de allanar la zona de posible acuerdo es el ministro', pero parece no reconocer la fortaleza del parlamento, advierte González.

Para la ciudadanía y los observadores, la tensión presupuestaria refleja un momento de disonancia entre las demandas sociales y la capacidad fiscal del Estado. La demora o un acuerdo insuficiente pueden impactar directamente en la calidad de servicios públicos, inversiones en infraestructura y programas sociales.

Diversas voces, un escenario complejo:

- Desde el oficialismo, se defiende la necesidad de un presupuesto austero que garantice la estabilidad macroeconómica.

- La oposición reclama mayor flexibilidad para aumentar recursos en áreas sociales prioritarias.

- Expertos en economía pública insisten en la urgencia de mejorar la proyección de ingresos y la eficiencia del gasto.

Conclusiones claras emergen: la negociación presupuestaria es un espejo de las tensiones políticas y económicas del país. La falta de acuerdos a tiempo no solo pone en riesgo la aprobación del Presupuesto 2026, sino que revela desafíos estructurales en la gestión pública chilena. La rigidez presupuestaria, la falta de flexibilidad y la ausencia de un diálogo abierto entre Ejecutivo y Legislativo amenazan con prolongar la incertidumbre y afectar la confianza en las instituciones.

Chile enfrenta una encrucijada: o se abre paso a una negociación genuina que permita articular prioridades y realidades fiscales, o se profundizará la fragmentación política y la inestabilidad económica, con consecuencias palpables para todos los ciudadanos.

Este laberinto ministerial aún no tiene salida clara, pero el tiempo apremia y el país observa expectante.