Brasil tras la matanza en Río: La crisis de seguridad que expone la fractura del Estado

Brasil tras la matanza en Río: La crisis de seguridad que expone la fractura del Estado
Actualidad
Conflictos sociales
2025-11-12
Fuentes
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- Operativo policial en Río de Janeiro deja más de 120 muertos en enfrentamientos con el Comando Vermelho.

- Presidente Lula denuncia una “matanza” y exige investigación independiente sobre la actuación policial.

- Tensión política y social entre gobierno federal y autoridades regionales por la coordinación en seguridad y derechos humanos.

La operación policial que sacudió Río de Janeiro a finales de octubre ha dejado una huella imborrable en la historia reciente de Brasil. Más de 120 personas murieron en un operativo contra el Comando Vermelho, una de las organizaciones criminales más poderosas del país, en dos grandes favelas de la ciudad. Desde entonces, el debate ha escalado desde las calles hasta las más altas esferas políticas, con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva tomando una postura crítica y llamando a una investigación independiente para esclarecer los hechos.

Un operativo letal que divide a Brasil

El 28 de octubre, 2.500 agentes de seguridad desplegaron un operativo masivo en Penha y Alemão, zonas populares fuertemente controladas por el narcotráfico. La misión oficial era ejecutar 180 órdenes de arresto y 100 de prisión contra miembros del Comando Vermelho. Sin embargo, el saldo fue devastador: 121 muertos, incluyendo cuatro policías, y decenas de detenidos.

"La orden del juez era una orden de arresto, no una orden de matanza, y hubo una matanza", afirmó Lula en una rueda de prensa, calificando la acción como "desastrosa" desde la perspectiva del Estado. Su crítica directa contrasta con la versión del gobernador Cláudio Castro, aliado político de Jair Bolsonaro, quien calificó la operación como un "éxito".

Este choque de perspectivas no solo refleja una disputa política, sino también la profunda fractura institucional en la gestión de la seguridad pública brasileña, donde la responsabilidad recae en los gobiernos regionales pero el impacto trasciende fronteras.

Voces enfrentadas: seguridad, derechos humanos y política

El operativo ha generado un intenso debate en torno a la violencia policial y el respeto a los derechos humanos. Organizaciones civiles, familiares de las víctimas y académicos han denunciado posibles ejecuciones extrajudiciales y torturas, con testimonios que hablan de cadáveres encontrados con signos de haber intentado rendirse.

"Más del 95% de los identificados tenían vínculos con el Comando Vermelho, pero 17 de los fallecidos no tenían antecedentes penales", informó la policía, mientras que defensores de derechos humanos exigen una revisión exhaustiva y transparente.

En el plano político, Lula ha abogado por una política antidrogas que no deje víctimas inocentes, enfatizando la necesidad de coordinación entre las fuerzas policiales regionales y federales. Su gobierno propuso un proyecto de reforma constitucional para mejorar esta coordinación, aunque enfrenta resistencia de gobernadores que temen perder autonomía.

"Necesitamos un trabajo coordinado que impacte la espina dorsal del narcotráfico sin poner en riesgo a policías ni a familias inocentes", ha declarado el mandatario, mientras su ministro de Justicia y el director de la Policía Federal se desplazaron a Río para colaborar con las autoridades locales.

Consecuencias visibles y desafíos pendientes

Este episodio ha expuesto las tensiones latentes en Brasil entre la lucha contra el crimen organizado y el respeto a los derechos humanos, en un contexto donde la violencia urbana se ha vuelto crónica.

La matanza en Río es, según expertos, la más letal en la región metropolitana desde 1990, y ha puesto en evidencia la fragilidad del Estado para garantizar seguridad y justicia simultáneamente.

La respuesta de Lula, que ha calificado la operación como una "matanza" y ha pedido investigaciones rigurosas, marca un punto de inflexión en la política de seguridad brasileña, con un llamado a repensar estrategias y fortalecer la cooperación interinstitucional.

Sin embargo, la polarización política y la fragmentación institucional constituyen un obstáculo para avanzar hacia soluciones integrales. La desconfianza entre el gobierno federal y las autoridades regionales, sumada a la presión social por justicia y seguridad, crea un escenario complejo donde la tragedia se juega en múltiples frentes.

Reflexión final

Lo ocurrido en Río no es solo un episodio aislado de violencia policial, sino un síntoma de problemas estructurales en la gobernanza brasileña. La tensión entre eficacia y legalidad, entre seguridad y derechos humanos, se traduce en una tragedia humana que afecta a miles y desafía a las instituciones.

La exigencia de Lula por una investigación independiente y la propuesta de coordinación policial apuntan a un reconocimiento de esta complejidad, pero la verdadera prueba será la capacidad del Estado para transformar este dolor en políticas públicas que eviten futuras matanzas y restauren la confianza ciudadana.

En definitiva, la matanza en Río es un llamado urgente a la reflexión profunda sobre el modelo de seguridad, la justicia y la democracia en Brasil, con consecuencias que trascienden sus fronteras y que la región latinoamericana observa con atención crítica.