
El 28 de octubre de 2025 marcó el fin de una era para las artes escénicas chilenas con el fallecimiento de Héctor "Tito" Noguera, a los 91 años, tras una larga batalla contra el cáncer. Su partida fue anunciada tras semanas de delicado estado de salud que obligaron a suspender sus actividades teatrales y televisivas. La noticia, que había conmovido desde días antes a la opinión pública, se confirmó cuando el presidente Gabriel Boric interrumpió una actividad oficial para visitarlo en su hogar, en un gesto que trascendió lo protocolar y se interpretó como un reconocimiento a la influencia cultural de Noguera.
La despedida oficial se realizó en el Campus Oriente de la Universidad Católica, donde se ubica la Escuela de Teatro, núcleo formativo y espacio simbólico en la trayectoria del actor. Un cortejo solemne recorrió lugares emblemáticos: el Teatro UC, la Plaza Ñuñoa, Mega —canal donde trabajaba— y la Pérgola de las Flores, barrio que evoca sus raíces teatrales.
Este adiós público abrió un escenario donde convergen múltiples perspectivas sobre el legado de Noguera y el estado actual de las artes escénicas en Chile. Desde el mundo político, el gesto de Boric fue valorado como un acto de humanidad y reconocimiento cultural, aunque algunos sectores criticaron la politización de un momento de duelo. “Es un símbolo que trasciende gobiernos y generaciones, su partida nos invita a reflexionar sobre el valor de la cultura en nuestra sociedad”, afirmó una diputada de oposición.
En el ámbito artístico, voces jóvenes y veteranas coincidieron en destacar la versatilidad y compromiso de Noguera, quien no solo protagonizó, sino que también escribió y dirigió obras como “Caballo de feria”, consolidando un teatro chileno con identidad propia. Sin embargo, algunos críticos señalaron que su estilo y repertorio reflejan una tradición que hoy enfrenta desafíos para conectar con audiencias contemporáneas y diversas.
La sociedad civil mostró un amplio espectro de emociones: desde la nostalgia y admiración hasta cuestionamientos sobre el acceso a la cultura y la necesidad de renovar las políticas públicas para las artes. En redes sociales y foros especializados, se debatió sobre la brecha entre el reconocimiento a figuras consagradas y el apoyo a nuevos talentos emergentes.
Finalmente, la muerte de Héctor Noguera se instala como un punto de inflexión que invita a Chile a mirar su historia cultural con mayor profundidad y a replantear el lugar que la cultura popular y las artes escénicas deben ocupar en la construcción de identidad nacional. Su legado, imborrable en la memoria colectiva, es también un llamado a la reflexión sobre las tensiones entre tradición y modernidad en el arte chileno.
En conclusión, la partida de Noguera no solo es una pérdida personal para quienes lo conocieron y admiraron, sino un espejo donde se reflejan las complejidades del tejido cultural chileno, sus desafíos y sus esperanzas.