
El Presupuesto 2026 se ha convertido en el epicentro de un duelo político que va más allá de las cifras y partidas asignadas. Desde la presentación oficial del proyecto por parte del Ejecutivo, el 11 de noviembre de 2025, la candidata presidencial del oficialismo, Jeannette Jara, ha marcado distancia con la propuesta, cuestionando aspectos clave y exigiendo correcciones de fondo. Esta disputa no solo desnuda las diferencias internas del bloque gobernante, sino que pone en escena las dificultades que enfrentará el próximo gobierno para equilibrar las demandas sociales con la responsabilidad fiscal en un país que aún arrastra secuelas económicas y sociales de la pandemia y la crisis política de años anteriores.
El Ejecutivo, representado por el ministro del Interior Álvaro Elizalde y la subsecretaria de Hacienda Heidi Berner, ha defendido el proyecto como un esfuerzo que mantiene la responsabilidad fiscal al tiempo que prioriza el gasto social. Elizalde enfatizó que el déficit ha disminuido desde el 11% inicial y que el presupuesto contempla aumentos significativos en áreas como salud y vivienda, destacando la entrega de 227 mil viviendas comprometidas. Berner, por su parte, señaló que se está trabajando para reponer recursos en programas clave, como el Plan Más Adulto Mayor, y que el crecimiento presupuestario se concentra en ministerios sociales.
Sin embargo, Jara ha cuestionado duramente la eliminación de la glosa republicana, la insuficiencia de los subsidios habitacionales y la falta de recursos para programas sociales esenciales. En su vocería pública, la candidata ha insistido en que el gobierno aún puede y debe corregir el rumbo, defendiendo un presupuesto que "cuide a su gente y no la deje sola". Su crítica apunta a que las prioridades del país deben estar ancladas en las urgencias reales de las personas, especialmente en vivienda, salud y protección a los adultos mayores.
Este choque refleja una tensión política profunda. Por un lado, el gobierno busca mostrar estabilidad y continuidad en las políticas sociales sin poner en riesgo la convergencia fiscal. Por otro, Jara —que también aspira a la presidencia— utiliza la discusión presupuestaria para marcar una distancia estratégica y ampliar su base electoral, posicionándose como una voz más socialmente sensible dentro del oficialismo.
La complejidad se acentúa cuando se considera la opinión de actores técnicos y políticos externos. El exministro de Hacienda Mario Marcel, en un análisis reciente, ha señalado que la recaudación fiscal ha sido positiva y que las estimaciones del Ejecutivo sobre ingresos tributarios son razonables. No obstante, ha reconocido que la discusión presupuestaria es también una arena política donde se juegan liderazgos y posicionamientos.
Este enfrentamiento tiene consecuencias tangibles para la gobernabilidad y la política fiscal chilena. La presión de Jara y otros sectores oficialistas críticos obliga al gobierno a negociar en el Congreso ajustes que no comprometan la sostenibilidad fiscal, pero que respondan a demandas sociales legítimas. La discusión sobre la glosa republicana y los recursos para vivienda y adultos mayores se ha convertido en un punto de inflexión.
Además, esta disputa ocurre en un contexto electoral tenso, con la primera vuelta presidencial a solo días de distancia. La postura de Jara no solo refleja una crítica técnica, sino que también es parte de una estrategia política que busca consolidar su liderazgo y diferenciarse en la carrera presidencial.
Al cierre de esta edición, el presupuesto continúa en trámite legislativo, con múltiples propuestas y enmiendas en debate. La capacidad del Ejecutivo para construir acuerdos con parlamentarios de distintas fuerzas será clave para evitar un estancamiento que afecte la aprobación o la calidad de la ley.
- El Presupuesto 2026 es un campo de batalla donde se enfrentan visiones distintas sobre cómo equilibrar gasto social y responsabilidad fiscal.
- La crítica de Jara evidencia la fragmentación y diversidad de posturas dentro del oficialismo, con implicancias directas para la gobernabilidad.
- La defensa del Ejecutivo se sustenta en datos macroeconómicos positivos y en un énfasis en programas sociales, pero enfrenta el desafío de responder a demandas ciudadanas crecientes.
- La negociación parlamentaria será decisiva para definir el rumbo final del presupuesto y, por extensión, la capacidad del próximo gobierno para implementar su agenda.
En suma, el presupuesto no es solo un documento financiero, sino un espejo de las tensiones políticas y sociales que atraviesan a Chile en esta etapa crucial. El desenlace de esta disputa marcará no solo el gasto público del próximo año, sino también la percepción ciudadana sobre la capacidad del Estado para responder a sus necesidades en un momento de incertidumbre y cambio.
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Fuentes consultadas: La Tercera, Cooperativa, declaraciones oficiales del Ministerio del Interior y Hacienda, análisis de Mario Marcel en seminario Icare.
2025-11-05