
El pasado 30 de octubre de 2025, en una reunión histórica en Corea del Sur, los líderes Donald Trump y Xi Jinping sellaron un acuerdo que, en apariencia, pone fin a años de escalada en la guerra comercial entre las dos mayores potencias económicas del planeta. Este pacto contempla la reducción de aranceles estadounidenses a productos chinos del 57% al 47%, y la postergación por un año de las restricciones chinas a la exportación de tierras raras, materiales críticos para la tecnología moderna. Además, China se comprometió a reactivar la compra de soja estadounidense, un gesto que busca aliviar tensiones comerciales y beneficiar a sectores agrícolas en Estados Unidos.
Este acuerdo, más que un simple tratado comercial, es el resultado de un complejo juego diplomático y económico que se ha ido gestando en los meses previos. Por un lado, Washington celebra la reducción arancelaria y la garantía de acceso a tierras raras, elementos clave para la industria tecnológica y militar estadounidense. “Ya se resolvió todo el tema de las tierras raras, y eso es para el mundo entero; se podría decir que fue una situación mundial, no solo de Estados Unidos,” afirmó Trump tras la reunión.
Desde la perspectiva china, la suspensión temporal de las restricciones a las tierras raras y la reactivación de compras agrícolas son un respiro necesario para una economía que enfrenta presiones internas y externas. El viceprimer ministro He Lifeng destacó que “preservar conjuntamente los logros obtenidos responde a los intereses fundamentales de ambos países y sus pueblos”. Sin embargo, Pekín mantiene reservas sobre el impacto a largo plazo, especialmente frente a la amenaza latente de futuros aranceles y sanciones.
En América Latina, y particularmente en Chile, donde la minería de tierras raras comienza a ser un eje estratégico, este acuerdo genera expectativas y cautelas. Por un lado, expertos en economía minera ven con optimismo la reducción de tensiones que podría abrir mercados y mejorar las cadenas de suministro. Por otro, advierten que la dependencia de estas materias primas sigue siendo un riesgo geopolítico, dada la volatilidad de las relaciones entre Washington y Pekín.
Desde sectores políticos, las posturas se bifurcan. Algunos analistas conservadores en Estados Unidos consideran que el acuerdo es una victoria diplomática que fortalece la posición estadounidense en la competencia global. En contraste, voces progresistas critican la falta de avances en temas de derechos humanos y seguridad, señalando que el pacto no aborda problemas estructurales como el tráfico de fentanilo o la situación en Taiwán, que quedaron fuera de la agenda formal.
La reunión evitó deliberadamente discutir asuntos sensibles como Taiwán y el comercio de petróleo ruso, temas que mantienen la tensión y podrían reactivar la confrontación. La omisión de estos puntos revela que, pese al optimismo oficial, la relación entre Estados Unidos y China sigue plagada de incertidumbres y desafíos estratégicos.
Además, el acuerdo incluye una cooperación limitada en la lucha contra el tráfico de fentanilo, un tema que afecta directamente a Estados Unidos, pero que no se tradujo en compromisos concretos de largo plazo. Esto evidencia que la tregua comercial es más un alto al fuego que una solución definitiva.
Tras analizar el contexto, las declaraciones y las reacciones, es posible concluir que este acuerdo representa una pausa estratégica más que un fin definitivo a la guerra comercial. La reducción de aranceles y la suspensión temporal de restricciones a las tierras raras alivian tensiones inmediatas, pero no resuelven las profundas rivalidades geopolíticas que persisten.
Para Chile y otras economías emergentes, la noticia abre un espacio para la reflexión sobre la importancia de diversificar sus mercados y fortalecer su autonomía tecnológica y económica. Este episodio recuerda que en el tablero global, los acuerdos pueden ser efímeros y las verdaderas transformaciones requieren tiempo, voluntad política y una mirada amplia que trascienda lo comercial.
Así, el lector queda invitado a observar con distancia y pensamiento crítico cómo se desarrollan las consecuencias de este acuerdo, más allá del titular y la urgencia inmediata. El escenario internacional sigue en tensión, y los actores principales continúan su juego, con el mundo expectante y a la espera de los próximos movimientos.
2025-11-11