
Chile y su eterna danza con la tierra volvieron a ser protagonistas durante octubre de 2025. Entre el 11 y el 26 de ese mes, el Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile registró una serie de movimientos sísmicos que, si bien en su mayoría fueron de magnitud moderada, generaron inquietud en distintos sectores del país. Este fenómeno, lejos de ser excepcional, reavivó un debate que se arrastra desde hace años: ¿estamos frente a un preludio de un gran terremoto o simplemente ante la rutina tectónica que caracteriza a la zona de subducción chilena?
El 11 de octubre se reportaron sismos de magnitud entre 2.9 y 3.6, con epicentros desde la Región de Coquimbo hasta la Antártica chilena. El 26 de octubre, se sumaron movimientos similares, fluctuando entre 2.7 y 3.1, con profundidades variables que indicaron actividad en distintas capas de la corteza terrestre.
Para los expertos del Centro Sismológico, esta secuencia no difiere de la normalidad en un país ubicado en el límite entre las placas de Nazca y Sudamericana. Sin embargo, el sismólogo Jorge Martínez señala que “la acumulación de energía en ciertas áreas podría estar acercándonos a un umbral crítico, aunque no hay certeza de cuándo ni dónde sucederá un gran evento”.
Desde el mundo científico, existe consenso en que Chile es un territorio sísmico por naturaleza. No obstante, las interpretaciones sobre la implicancia de estos movimientos recientes divergen. Mientras algunos especialistas llaman a la calma y a la vigilancia continua, otros advierten sobre la necesidad urgente de reforzar los sistemas de alerta y la infraestructura.
En el plano político, el gobierno ha reiterado su compromiso con la prevención. La ministra de Seguridad, Andrea Fuentes, afirmó que “las recomendaciones de Senapred son claras y deben ser internalizadas por toda la ciudadanía para minimizar riesgos”. No obstante, críticas desde la oposición apuntan a que las inversiones en prevención y educación sísmica siguen siendo insuficientes, especialmente en zonas rurales y periféricas.
La ciudadanía, por su parte, vive una mezcla de resignación y ansiedad. En regiones históricamente afectadas por terremotos, como la zona central y norte, las redes sociales se llenaron de testimonios que van desde la preocupación por la seguridad estructural hasta relatos de experiencias personales que reviven la memoria del 27F de 2010.
Chile carga con una historia marcada por grandes terremotos y tsunamis. El terremoto del 27 de febrero de 2010, con una magnitud de 8.8, dejó una profunda huella en la conciencia colectiva y en la política de gestión de riesgos. Desde entonces, se han implementado mejoras en los protocolos de emergencia y construcción antisísmica, aunque la desigualdad territorial y social sigue siendo un desafío para la efectividad de estas medidas.
Además, el crecimiento urbano acelerado y la expansión hacia zonas con mayor riesgo sísmico plantean interrogantes sobre la sostenibilidad y seguridad de las ciudades chilenas.
Tras analizar el fenómeno ocurrido en octubre 2025, queda claro que:
- Los sismos moderados son parte del comportamiento habitual de la zona tectónica chilena, pero la incertidumbre sobre un gran terremoto persiste.
- La preparación y educación ciudadana son fundamentales para mitigar daños, pero requieren un compromiso sostenido y equitativo por parte del Estado y la sociedad.
- La pluralidad de perspectivas refleja una tensión entre la normalización del riesgo y la necesidad de mantener alerta y fortalecer políticas públicas.
En definitiva, Chile sigue enfrentando un desafío que es tanto geológico como social. La tierra se mueve, y con ella, las esperanzas y temores de un país que sabe que su futuro depende tanto de la ciencia como de la cohesión y preparación colectiva.
2025-11-05