Trump transforma la Casa Blanca: lujo, demolición y poder en el corazón del imperio

Trump transforma la Casa Blanca: lujo, demolición y poder en el corazón del imperio
Internacional
Estados Unidos
2025-11-12
Fuentes
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- Renovación ostentosa del histórico baño Lincoln con mármol y oro.

- Demolición polémica del ala este para construir un salón de baile faraónico.

- Simbolismo y poder: la arquitectura como reflejo del mandato y narrativa de Trump.

En el epicentro del poder estadounidense, la Casa Blanca se ha convertido en un escenario donde Donald Trump despliega un espectáculo de poder, lujo y ruptura institucional. Desde inicios de 2025, el presidente ordenó la demolición del ala este de la residencia oficial, una estructura centenaria que albergaba oficinas históricas y la entrada pública, para levantar un salón de baile de 8.300 metros cuadrados, más grande que el edificio principal. Esta obra, valorada en más de 350 millones de dólares y financiada con aportes privados, se ha ejecutado sin consultas ni permisos, en medio de un cierre parcial de la administración federal que afecta servicios y funcionarios, evidenciando la prioridad absoluta que Trump otorga a su legado físico.

Simultáneamente, el mandatario renovó el icónico “baño Lincoln”, sustituyendo el art déco de los años 40 por mármol blanco y negro con detalles dorados, un guiño a la época de Abraham Lincoln y a su gusto personal por la ostentación. La remodelación del baño, que ahora es exclusivo para visitantes de honor, es parte de un conjunto de cambios que incluyen la pavimentación de la Rosaleda con cemento y la decoración maximalista del Despacho Oval, cubierto de dorados y exhibiciones de poder, como un disco de oro macizo regalado por Tim Cook.

Las voces se dividen y el debate se intensifica. Desde el ala política, los seguidores de Trump ven estas transformaciones como la expresión tangible de un “nuevo orden” y una restauración del orgullo nacional, donde la Casa Blanca refleja la fuerza y el esplendor que, según ellos, el país merece. Karoline Leavitt, portavoz presidencial, afirmó que "la Casa Blanca debe ser un reflejo de las aspiraciones del pueblo estadounidense".

En contraste, críticos y expertos en patrimonio denuncian una demolición simbólica y literal de la historia y los consensos. Will Scharf, presidente de la Comisión Nacional para la Planificación de la Capital, lamentó que la demolición se haya hecho sin la debida jurisdicción ni consulta. Para ellos, el proyecto representa un abuso de poder y una exclusión del sentido de inclusión que históricamente ha simbolizado la Casa Blanca. La sustitución del césped de la Rosaleda por un patio de cemento se interpreta como un desplazamiento de la apertura hacia un espacio cerrado para la élite conservadora, donde las veladas son escenarios de cabildeo y reafirmación del movimiento MAGA.

Desde la sociedad civil y el ámbito cultural, se observa con preocupación cómo la arquitectura y decoración se convierten en herramientas para reescribir narrativas políticas. El historiador Sergi Miquel Valentí señala que "los estilos arquitectónicos han sido diseñados para intimidar y guiar nuestras vidas". La elección de mármoles, dorados y la creación de una “galería de la fama” presidencial que omite a Joe Biden, el actual presidente, refuerzan una imagen de poder imperial y personalista.

Los hechos son claros y sus consecuencias visibles: la Casa Blanca, más que un símbolo de la democracia estadounidense, se ha transformado en un escenario donde se proyecta un mandato autoritario y personalista. La demolición sin consulta, la inversión faraónica en decoraciones y la exclusión de voces disidentes reflejan un quiebre con las tradiciones institucionales y un desafío directo a la pluralidad política.

Esta metamorfosis arquitectónica y simbólica no solo marca el mandato de Trump, sino que plantea interrogantes profundos sobre el futuro del sistema político estadounidense, la relación entre poder y espacio público, y la manera en que la historia es moldeada por quienes detentan el poder.

En definitiva, la Casa Blanca de 2025 es un espejo que refleja las tensiones de una nación dividida, donde el lujo y la demolición conviven con la disputa por la memoria, la identidad y el poder.