
El 11 de noviembre de 2025, el portaaviones USS Gerald R. Ford, el mayor buque de guerra del mundo, hizo su entrada en la zona de responsabilidad del Comando Sur de Estados Unidos, abarcando América Latina y el Caribe. Este despliegue se produce en el marco de la mayor acumulación militar estadounidense en la región en décadas, y ha reavivado las tensiones ya existentes, particularmente entre Washington y Caracas.
Desde el inicio, la maniobra no ha sido vista como un simple movimiento estratégico naval, sino como una jugada con claras connotaciones políticas. Para el gobierno estadounidense, 'la presencia del USS Gerald R. Ford es un mensaje directo al régimen de Nicolás Maduro, acusado de liderar una red de narcotráfico que amenaza la seguridad hemisférica'. Sin embargo, esta afirmación ha sido puesta en duda por múltiples analistas y organizaciones internacionales, que denuncian la ausencia de pruebas concretas sobre el uso ilícito de embarcaciones atacadas durante recientes operaciones en aguas internacionales.
Por su parte, el gobierno venezolano ha respondido con un despliegue militar nacional, movilizando recursos terrestres, aéreos y navales, además de activar a la Milicia Bolivariana y otros órganos de seguridad. 'Estados Unidos está fabricando una guerra contra Venezuela', afirmó el presidente Maduro, denunciando una escalada que podría derivar en un conflicto abierto.
Esta confrontación no sólo tiene eco en Caracas y Washington. Colombia, históricamente afectada por la violencia y el narcotráfico, ha expresado preocupación por la posibilidad de que la situación se descontrole y afecte la estabilidad regional. Organismos internacionales y expertos en seguridad advierten que la militarización del Caribe y las aguas del Pacífico Oriental podría aumentar la volatilidad, con riesgos de incidentes que escalen rápidamente.
Desde una mirada política interna en Estados Unidos, la maniobra ha generado debates profundos. Mientras sectores conservadores aplauden la firmeza ante lo que consideran una amenaza directa, voces progresistas y pacifistas alertan sobre el peligro de una política intervencionista que reavive viejos fantasmas de injerencia y que podría perjudicar la imagen de Estados Unidos en América Latina.
En la sociedad civil latinoamericana, la llegada del USS Gerald R. Ford ha sido recibida con una mezcla de inquietud y rechazo. Movimientos sociales y ONG han convocado a manifestaciones para exigir diálogo y desescalada, denunciando que la militarización no es la vía para resolver problemas complejos como el narcotráfico o la crisis política en Venezuela.
En las últimas semanas, Estados Unidos ha realizado al menos 19 ataques contra embarcaciones sospechosas de narcotráfico, que han dejado un saldo de 75 personas muertas en aguas internacionales. La falta de transparencia y la ausencia de pruebas públicas sobre estas operaciones han alimentado la polémica y la desconfianza.
Este episodio pone en evidencia un choque de narrativas y estrategias: por un lado, la búsqueda estadounidense de controlar rutas y actores clave en la lucha antidrogas y, por otro, la defensa soberana y retórica antiimperialista de países como Venezuela. En medio, la región se encuentra en la encrucijada de una posible escalada militar o de un diálogo que permita reducir tensiones.
En definitiva, el despliegue del USS Gerald R. Ford no es un hecho aislado, sino la manifestación visible de tensiones profundas y no resueltas en la región. La historia reciente muestra que la militarización suele traer consecuencias imprevisibles y que la ausencia de pruebas sólidas y el manejo unilateral de la información complican aún más la construcción de soluciones duraderas.
Queda claro que la región enfrenta un desafío que va más allá de la presencia de un portaaviones: es la necesidad de repensar las políticas de seguridad, soberanía y cooperación hemisférica en un contexto global cada vez más complejo y polarizado.
2025-11-08