Mundial de Clubes 2025: Crónica de una ambición que redefinió el mapa del fútbol global

Mundial de Clubes 2025: Crónica de una ambición que redefinió el mapa del fútbol global
2025-07-09

- La expansión de la FIFA a un torneo de 32 equipos generó una colisión directa con las ligas europeas y una tibia recepción del público en Estados Unidos.

- Resultados inesperados, como las victorias de Botafogo y Al Hilal sobre gigantes europeos, desafiaron la hegemonía deportiva y financiera establecida.

- El torneo concluyó, pero dejó un legado de debate sobre la sostenibilidad del calendario, el bienestar de los jugadores y la verdadera naturaleza de la globalización en el deporte.

A meses de que el último silbato sonara en Estados Unidos, el Mundial de Clubes 2025 ya no es una noticia del día a día, sino un capítulo cerrado cuyo análisis revela las profundas tensiones que definen al fútbol moderno. Concebido por la FIFA como el pináculo de la competencia global a nivel de clubes —una suerte de Copa del Mundo anual—, el torneo se convirtió en un escenario donde chocaron la ambición expansionista, la resistencia de las potencias tradicionales y una nueva e impredecible realidad deportiva.

El sueño globalista frente al muro de la realidad

La promesa de la FIFA era clara: un torneo más inclusivo y espectacular, una vitrina para el talento de todas las confederaciones y un laboratorio para innovaciones tecnológicas y de marketing, como la presentación de jugadores al estilo NBA o la votación de los hinchas en tiempo real. Se vendió como el amanecer de una nueva era, una precuela del Mundial de selecciones de 2026 que consolidaría al soccer en el mercado norteamericano.

Sin embargo, este optimismo chocó frontalmente con la oposición de actores clave. Javier Tebas, presidente de LaLiga española, fue la voz más contundente de la disidencia europea, declarando sin matices: “Mi objetivo es que no haya más Mundial de Clubes”. Su argumento, compartido por otras ligas y sindicatos de jugadores, apuntaba a la saturación de un calendario ya insostenible y a un modelo económico que, según él, amenaza el ecosistema del fútbol local. “No hace falta otra competición más. No hay más dinero en el mundo de los derechos audiovisuales”, sentenció Tebas, calificando la intensidad de algunos partidos como la de un “amistoso de verano”.

Los datos de asistencia parecieron darle parte de la razón. Aunque la FIFA celebró haber superado el millón y medio de espectadores en la fase de grupos, el promedio de 34.746 personas por partido fue significativamente inferior a los 53.191 de Qatar 2022. Partidos como el Ulsan vs. Mamelodi Sundowns, con apenas 3.412 asistentes, expusieron una realidad incómoda: el interés del público estadounidense fue selectivo, concentrado en los grandes nombres como Real Madrid o Boca Juniors, pero indiferente a los duelos entre equipos de menor perfil mediático.

La rebelión en la cancha: cuando el dinero no lo es todo

Paradójicamente, mientras en las gradas y los despachos se debatía su viabilidad, en el césped el torneo ofreció una narrativa de rebelión. La histórica victoria de Botafogo sobre el Paris Saint-Germain, monarca de la Champions League, fue un golpe simbólico. La prensa europea lo describió como un gigante que “cayó de un pedestal”, derrotado por un equipo “decidido y tenaz”. El batacazo se repitió cuando Al Hilal, representante del emergente poderío económico de Arabia Saudita, eliminó al Manchester City de Pep Guardiola.

Estos resultados hicieron más que animar la competencia; cuestionaron la premisa de una superioridad europea inexpugnable. Expusieron que, si bien la brecha económica es abismal —como lo evidenció la semifinal entre el Chelsea, con un presupuesto salarial mensual de 23 millones de dólares, y el Fluminense, con apenas 2,7 millones—, la competitividad en el campo puede contar otra historia. “Ellos son poderosos, financieramente son mucho mejores que nosotros; ahora el fútbol se decide en la cancha”, afirmó con lucidez Renato Gaúcho, técnico del Flu.

Incluso la participación chilena, a través de Erick Pulgar con el Flamengo, aportó al drama del torneo, aunque con un desenlace amargo: una eliminación marcada por un autogol y una lesión que lo sacó en camilla. Su caso fue un microcosmos del alto costo físico que el torneo exigió a los jugadores.

Un legado de preguntas abiertas

El Mundial de Clubes 2025 no fue ni el éxito rotundo que la FIFA proclamó ni el fracaso absoluto que sus detractores vaticinaron. Fue, en cambio, un evento complejo y contradictorio. Por un lado, demostró que equipos de Sudamérica y nuevas potencias de Asia pueden competir y vencer a los clubes más ricos del planeta, abriendo una ventana a un fútbol más multipolar. Por otro, evidenció los límites de un modelo de crecimiento basado en la multiplicación infinita de partidos, poniendo en riesgo la salud de los futbolistas y la sostenibilidad de las competencias domésticas.

El torneo ha terminado, pero la discusión que encendió sigue viva. ¿Es este formato el futuro del fútbol de clubes o una anomalía insostenible? ¿Puede la pasión y la táctica seguir superando a las abismales diferencias de presupuesto? ¿O estamos asistiendo a una reconfiguración del poder global, donde el capital de nuevos actores geopolíticos compra su asiento en la mesa de la élite? El Mundial de Clubes 2025 no ofreció respuestas definitivas, pero sí formuló las preguntas que marcarán el rumbo del deporte más popular del mundo en la próxima década.

El evento presenta una narrativa completa con un principio (la promesa de una nueva era), un desarrollo (resultados deportivos inesperados y controversias) y consecuencias visibles (cuestionamientos sobre su éxito comercial y el impacto en el equilibrio de poder del fútbol). Permite un análisis profundo sobre la globalización del deporte, las brechas económicas entre continentes y la tensión entre las nuevas ambiciones organizativas y las estructuras de poder tradicionales. La evolución de la percepción pública, desde la expectativa inicial hasta el debate actual sobre su viabilidad, lo convierte en un caso de estudio ideal para un análisis con perspectiva temporal.