Una ola que no cesa
Desde septiembre de 2025, movimientos juveniles de la Generación Z han protagonizado protestas emblemáticas en países tan diversos como Nepal, Perú, Marruecos, Madagascar e Indonesia. Lo hacen con una particularidad: una organización distribuida, sin jerarquías tradicionales, que combina manifestaciones callejeras con una potente logística digital. En Nepal, la prohibición de redes sociales detonó una revuelta que en 24 horas llevó a la renuncia del primer ministro K.P. Sharma Oli, dejando al menos 19 muertos. En Perú, bajo la bandera pirata del manga One Piece, los jóvenes han desafiado reformas previsionales y la represión policial, persistiendo en las calles pese a concesiones oficiales. En Marruecos y Madagascar, la precariedad en salud y servicios básicos ha encendido protestas que han forzado cambios políticos y promesas de reformas.
“Estos movimientos no son episodios aislados, sino manifestaciones de un descontento estructural y transnacional”, señala Natalia Miranda, socióloga chilena que estudia estas protestas. La bandera pirata con sombrero de paja, símbolo de lucha contra poderes corruptos en el manga One Piece, se ha convertido en una lingua franca juvenil que atraviesa idiomas y culturas.
Una generación que reescribe el contrato social
Esta generación, nacida entre mediados de los 90 y principios de los 2010, se distingue por su relación intrínseca con la tecnología y la cultura digital. Según el World Economic Forum, el 36% de la Generación Z comenzó a invertir antes de incorporarse al mercado laboral, mucho más que las generaciones anteriores. Además, su consumo y emprendimiento están marcados por valores como la sostenibilidad, la innovación y el impacto social, más allá de la mera rentabilidad.
Pero también desafían paradigmas sociales profundos. Encuestas recientes muestran una drástica inversión de roles tradicionales: mientras las mujeres priorizan sus carreras y estabilidad emocional, muchos hombres jóvenes valoran la paternidad y la vida familiar. Esta ruptura refleja un cambio cultural que trastoca expectativas y modelos históricos.
En el ámbito laboral, la Generación Z muestra una marcada aversión a ocupar cargos de poder convencionales. Prefieren la conciliación, la salud mental y la flexibilidad, dando lugar a fenómenos como el "conscious unbossing" y la "renuncia silenciosa". “Para ellos, el trabajo es un medio para vivir, no un fin en sí mismo”, explica Iñaki Ortega, experto en generaciones.
La sexualidad en pausa y el desafío del bienestar integral
Un fenómeno menos visible pero igualmente profundo es la llamada "recesión sexual" que atraviesa esta generación. Estudios muestran que la Generación Z tiene menos relaciones sexuales y demora más en iniciarlas que sus predecesores. La ubiquidad de redes sociales, la politización del sexo, la crisis en la educación sexual y el impacto de la pandemia han generado ansiedad, inseguridad y una compleja relación con la intimidad.
“No es que no quieran sexo, sino que hay una mezcla de vergüenza, miedo y falta de espacios para la conexión auténtica”, explica la periodista Carter Sherman, autora de un estudio sobre el tema. Esta realidad se entrelaza con debates políticos sobre derechos reproductivos y la influencia del porno en la formación sexual.
Consumo, identidad y nuevas formas de expresión
En el plano cultural y económico, la Generación Z redefine la diversión, el consumo y la identidad. En Chile y el mundo, jóvenes reducen el consumo de alcohol motivados por la salud y el bienestar, mientras prefieren alternativas como el cannabis o experiencias sin sustancias. En la industria de la belleza, marcas como NYX triunfan gracias a su conexión emocional, innovación y autenticidad, impulsadas por redes sociales y contenidos que entretienen y representan a esta generación diversa y exigente.
En el emprendimiento, la Generación Z supera en intención a millennials y generaciones anteriores, buscando impacto social y propósito, y adoptando la inteligencia artificial como colaboradora natural en sus proyectos. Programas públicos y privados en Chile y el mundo ya reconocen esta tendencia, impulsando iniciativas para integrar la IA en sectores clave.
Voces contrapuestas y desafíos por delante
No obstante, esta generación no es monolítica ni exenta de tensiones. En África, por ejemplo, la juventud se enfrenta a regímenes autoritarios que se resisten a morir, con protestas que a menudo terminan en violencia y represión. En Chile y otros países, las expectativas de la Generación Z chocan con estructuras empresariales y políticas tradicionales, generando desafíos para la cohesión social y la gobernabilidad.
“La Generación Z está forjando nuevas formas de participación política y social, pero también está confrontando resistencias profundas y contradicciones internas”, advierte Bah Traoré, investigador en estudios africanos.
Conclusiones y consecuencias
La Generación Z emerge como una fuerza global que cuestiona el statu quo, redefiniendo la protesta, el trabajo, el consumo, la sexualidad y la política. Su relación con el poder es ambivalente: desconfían de las estructuras tradicionales pero buscan crear nuevos espacios de sentido y justicia.
Sus movilizaciones han demostrado capacidad de impacto inmediato y profundo, como la caída de gobiernos o la reorientación de políticas públicas. Sin embargo, sus demandas, que combinan justicia social, bienestar integral y propósito, plantean complejos desafíos para los sistemas políticos y económicos.
En definitiva, esta generación no solo reclama un cambio, sino que está construyendo nuevas narrativas y prácticas que podrían transformar la sociedad a mediano y largo plazo, aunque no sin conflictos ni contradicciones.
Para entender el presente y futuro de nuestras sociedades, es imprescindible observar con atención y profundidad este fenómeno generacional, que no es un simple ciclo pasajero, sino una verdadera revolución cultural y social en marcha.