
Un coliseo en disputa: las universidades chilenas están en el centro de un debate que va más allá de las aulas. En 2025, sólo diez casas de estudio superan el 50% de académicos con doctorado, un avance notable que, sin embargo, convive con un creciente cuestionamiento sobre la relevancia social y la calidad pedagógica de estas instituciones.
El espejismo académico se ha instalado con fuerza. Chile exhibe orgulloso un aumento en publicaciones científicas y doctorados, pero la desconexión entre investigación y realidad social es palpable. La economista Gabriela Clivio denuncia que el modelo actual premia la cantidad de publicaciones sobre el impacto real, generando un "fetichismo de la publicación" que no responde a problemas concretos del país. Mientras tanto, las políticas públicas siguen carentes de evidencia y las innovaciones exportables brillan por su ausencia.
¿Quién enseña a los que enseñan? La formación docente universitaria es otro campo de batalla. Como advierte Guillermo Cornejo, las universidades aún operan con estructuras propias de la revolución industrial, con planes rígidos y profesores formados para tiempos que ya no existen. La falta de actualización pedagógica y la ausencia de un marco común para la docencia universitaria amenazan con dejar a las nuevas generaciones sin herramientas para enfrentar un mundo dominado por la inteligencia artificial y la aceleración tecnológica. La creación urgente de un "Manual del Docente Universitario" busca revertir esta realidad, aunque su implementación sigue siendo incierta.
El financiamiento y la autonomía en jaque. En el escenario político, el proyecto de ley que busca reemplazar el CAE por un sistema de financiamiento estatal total (FES) ha encendido alarmas. La Pontificia Universidad Católica, entre otras, advierte que depender exclusivamente del Estado pone en riesgo la sustentabilidad y autonomía de las universidades. El rector Ignacio Sánchez calificó el fin del copago como el "principio del fin" para las instituciones que guían la educación superior. La tensión entre garantizar acceso y mantener calidad se agudiza, con voces que alertan sobre la fragilidad de las casas de estudio frente a cambios políticos y presupuestarios.
Acreditación y calidad: un mapa desigual. Para el proceso de admisión 2025, sólo 7 universidades renovaron su acreditación hasta 2029, mientras que seis no cuentan con certificación vigente, lo que afecta directamente a estudiantes que buscan beneficios estatales. La Comisión Nacional de Acreditación (CNA) mantiene la presión para elevar estándares, pero la dispersión en los niveles de acreditación refleja un sistema fragmentado y en transición.
Perspectivas contrapuestas emergen con claridad. Desde la academia, líderes como Claudia Mejías (PUCV) y Andrea Rodríguez (UdeC) destacan la importancia de elevar la planta académica con doctorados y fomentar la internacionalización para consolidar la calidad. En contraste, críticas apuntan a que esta "excelencia" se mide con indicadores que no necesariamente se traducen en un mejor aporte social o en una educación más pertinente para los estudiantes.
El impacto de la inteligencia artificial añade un nuevo actor en este drama. Desde 2023, la preocupación por el uso de herramientas como ChatGPT en las universidades ha llevado a replantear evaluaciones y metodologías, generando una urgencia por adaptar la enseñanza a un contexto tecnológico cambiante, pero también una oportunidad para repensar qué y cómo se enseña.
Conclusión: un futuro en construcción. Chile enfrenta una encrucijada en su educación superior. La apuesta por una mayor formación doctoral y la internacionalización convive con la necesidad de una docencia actualizada, un financiamiento sostenible y una mayor conexión con las demandas sociales. La tensión entre autonomía y control estatal, entre producción académica y relevancia social, define un escenario donde el "espejismo académico" puede dar paso a una verdadera transformación o, por el contrario, a la perpetuación de un sistema desconectado.
Como sintetiza la economista Gabriela Clivio, "Chile no necesita más doctores escribiendo para otros doctores, sino académicos que entiendan que investigar es también servir". La universidad chilena está desafiada a decidir si será protagonista del cambio o mero testigo de su propia obsolescencia.