
En un país que se ha acostumbrado a vivir con el temblor como parte de su cotidianidad, los movimientos sísmicos registrados entre agosto y octubre de 2025 han vuelto a poner sobre la mesa la eterna pregunta: ¿estamos realmente preparados para el próximo gran terremoto?
Desde el 27 de agosto hasta el 22 de octubre, el Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile reportó múltiples sismos de magnitudes variables, algunos alcanzando hasta 5.9 grados en la escala de Richter, con epicentros distribuidos principalmente en el norte y centro del país, en zonas como Socaire, San Pedro de Atacama y Melipilla. Estas cifras, aunque dentro de lo habitual para Chile, no dejan de generar inquietud en expertos y ciudadanos.
"Chile está ubicado en una de las zonas más sísmicas del mundo, y aunque la mayoría de los temblores son moderados, hay áreas que acumulan tensión y pueden desencadenar un evento mayor," explica la sismóloga María Valenzuela, del Centro Sismológico Nacional. Su mirada científica es compartida por autoridades de Senapred, que insisten en la importancia de la preparación y el conocimiento de protocolos ante un sismo.
Sin embargo, desde el mundo político, las opiniones se dividen. Algunos sectores critican la falta de inversión estatal en infraestructura antisísmica y en educación ciudadana. Otros defienden la gestión actual, destacando avances en sistemas de alerta temprana y simulacros nacionales.
En las regiones afectadas, la percepción ciudadana oscila entre la resignación y la alarma. "Es parte de nuestra vida, pero siempre que tiembla se siente ese miedo que no se va," comenta una vecina de Socaire. En contraste, organizaciones sociales piden que el debate trascienda el miedo para exigir políticas públicas concretas y sostenibles.
Chile no es nuevo en enfrentar desastres sísmicos. El terremoto del 27 de febrero de 2010, con una magnitud de 8.8, dejó profundas cicatrices y lecciones que aún marcan la agenda pública. Desde entonces, se han implementado normativas más estrictas y campañas informativas, pero la desigualdad en el acceso a viviendas seguras y la dispersión territorial dificultan una preparación homogénea.
Economistas señalan que el costo de un gran terremoto puede ser devastador para la economía nacional, afectando desde la minería hasta el turismo. Por ello, la prevención no solo es una cuestión de seguridad, sino también de sostenibilidad económica.
Tras analizar el patrón de temblores recientes y las respuestas institucionales y sociales, se concluye que:
- Chile continúa siendo un país sísmicamente activo, con zonas de alta acumulación de energía tectónica.
- La preparación ciudadana y estatal ha avanzado, pero persisten brechas importantes, especialmente en infraestructura y educación.
- El debate público refleja tensiones entre normalización del fenómeno, temor latente y demandas por políticas más efectivas.
El desafío, entonces, es que la tragedia ajena no se vuelva rutina, sino un llamado constante a fortalecer la resiliencia colectiva. En este escenario, la paciencia para entender el fenómeno con distancia y profundidad puede ser la mejor herramienta para enfrentar el inevitable próximo gran movimiento de la tierra.
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