
Un escenario de confrontación sin tregua se instaló en la recta final de las elecciones presidenciales chilenas de 2025, donde los candidatos no solo compitieron por votos, sino por definir el rumbo del país en un momento de alta tensión social y política. El penúltimo debate presidencial, celebrado el 4 de noviembre, expuso con crudeza las diferencias irreconciliables entre las opciones que buscan La Moneda.
Por un lado, la oposición, representada principalmente por la derecha tradicional y sus variantes más radicales, desplegó un discurso duro, centrado en la crítica frontal al Gobierno de Gabriel Boric. José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, acusó al Ejecutivo de ser incapaz de manejar el presupuesto y de fomentar una política migratoria permisiva, prometiendo una mano dura en seguridad y control fronterizo. Su retórica, que incluye expulsiones masivas y vigilancia estricta en zonas conflictivas como Temucuicui, buscó capitalizar el descontento ciudadano con la inseguridad y la percepción de un Estado débil.
A su vez, Johannes Kaiser, el candidato libertario, llevó la radicalidad a otro nivel, proponiendo reformas polémicas como la pena de muerte, el trabajo forzado y un giro judicial que cierre el capítulo de los crímenes de la dictadura. Su discurso, que cuestiona las políticas de reparación y derechos humanos, generó rechazo y alarma en amplios sectores sociales.
Evelyn Matthei, en tanto, intentó posicionarse como la opción con experiencia, aunque su campaña mostró dificultades para consolidar un mensaje claro y competitivo. Su crítica al Gobierno fue contundente, pero también marcada por una ambigüedad estratégica que no logró movilizar a un electorado fatigado.
En el otro extremo, la izquierda oficialista, representada por Jeannette Jara, intentó distanciarse del Ejecutivo sin renunciar a sus principios. Jara enfatizó que su candidatura no busca ser una continuidad del Gobierno de Boric, pero también criticó los recortes presupuestarios y defendió la necesidad de avanzar en derechos sociales y laborales. Su posición refleja la complejidad interna de un sector que enfrenta el desgaste del poder y la necesidad de renovarse.
El propio Presidente Boric, en un discurso del 20 de octubre, alertó sobre la importancia de quién gobierna, destacando que no es lo mismo trabajar bajo un Gobierno que garantiza derechos que bajo otro que podría recortarlos. Esta declaración subrayó el clima polarizado y la alta apuesta que significan estas elecciones para el futuro del país.
Desde la ciudadanía, las opiniones se dividen entre quienes ven en la derecha una esperanza para recuperar orden y seguridad, y quienes temen un retroceso en derechos y justicia social. La campaña ha expuesto una sociedad fragmentada, donde el diálogo parece reemplazado por la confrontación y la desconfianza.
En conclusión, estas elecciones no solo definieron un nuevo liderazgo, sino que evidenciaron las profundas fracturas políticas y sociales que atraviesan Chile. La radicalización de discursos y la falta de consensos básicos auguran un período complejo para la gobernabilidad, cualquiera sea el resultado. Lo que queda claro es que el país enfrenta un cruce decisivo entre modelos de sociedad, donde la disputa por la memoria, la justicia, la seguridad y los derechos sigue siendo el núcleo del conflicto político.
Las fuentes consultadas incluyen análisis de debates presidenciales, declaraciones oficiales y reportes de medios nacionales como El País Chile y Cooperativa, que han documentado el pulso político en esta campaña. La verificación rigurosa de hechos y la inclusión de diversas perspectivas permiten comprender que, más allá de las estrategias electorales, el Chile de 2025 está en un momento de definición histórica.