El Rector Caído: Anatomía de la Crisis en el INBA y el Fantasma de la Violencia Estudiantil

El Rector Caído: Anatomía de la Crisis en el INBA y el Fantasma de la Violencia Estudiantil
2025-07-09

- La agresión directa al rector del INBA marcó un punto de inflexión, transformando un conflicto latente en una crisis institucional abierta.

- Las investigaciones apuntan a la participación de redes de adultos externos, lo que desafía la narrativa de una protesta puramente estudiantil y sugiere una instrumentalización de la violencia.

- El caso expone la fractura profunda de los liceos emblemáticos, atrapados entre su legado histórico y un presente de conflictividad que amenaza su viabilidad.

El Símbolo y la Furia

Lo que ocurrió la mañana del 13 de junio en las afueras del Internado Nacional Barros Arana (INBA) no fue solo un acto más de violencia escolar. Cuando un grupo de cerca de treinta jóvenes encapuchados rodeó al rector interino, Gonzalo Saavedra, para agredirlo con piedras y botellas cargadas con bencina, se cruzó un umbral. El ataque, que afortunadamente no causó lesiones físicas graves al directivo, fue el clímax de una escalada de tensiones que venía gestándose desde abril y que, a más de dos meses de distancia, permite analizar un fenómeno que trasciende al propio liceo. La agresión y la quema simultánea de un bus del transporte público no solo visibilizaron una crisis de autoridad, sino que desnudaron las complejas y a menudo contradictorias fuerzas que hoy definen el conflicto en los liceos emblemáticos de Santiago.

La Evolución del Conflicto: De la Protesta al Ataque Personalizado

Para comprender los hechos de junio, es necesario retroceder al 29 de abril, cuando el Municipio de Santiago interpuso una querella por actos vandálicos de "overoles blancos". En ese momento, la respuesta institucional se apegaba a un guion conocido: acciones legales para perseguir delitos. Sin embargo, la situación evolucionó. La figura de Gonzalo Saavedra como rector interino se convirtió en un catalizador. Por un lado, enfrentaba un frente interno de descontento, con un petitorio estudiantil que no lograba canalizar y, según sus propias palabras, un grupo de apoderados que pedía su salida. Por otro, una controversia previa por la filtración de un audio con comentarios suyos sobre estudiantes con Trastorno del Espectro Autista (TEA) —por los que pidió disculpas públicas— había erosionado aún más su legitimidad ante parte de la comunidad.

El ataque del 13 de junio, por tanto, no puede leerse como un acto espontáneo. Fue la manifestación más violenta de un rechazo que ya existía. El propio Saavedra, al relatar los hechos, distinguió entre los agresores: "Estudiantes deben haber, y también, esto es parte de la investigación, lo más probable es que hayan también estudiantes externos o personas externas al colegio". Esta declaración, respaldada por la Dirección de Educación Municipal (DEM) y análisis periodísticos, introduce la variable más inquietante del conflicto.

Las Perspectivas en Tensión: ¿Delincuencia, Protesta o Instrumentalización?

La crisis del INBA se debate entre al menos tres narrativas contrapuestas. La perspectiva institucional, encarnada por el alcalde de Santiago, Mario Desbordes, y la DEM, define los hechos como "actos delictivos" que deben ser perseguidos penalmente. Desde esta óptica, la violencia de los "overoles blancos" es una forma de delincuencia que se ampara en el entorno escolar, deslegitimando cualquier posible demanda social de fondo.

Una segunda perspectiva, aunque menos articulada en el debate público, es la de la protesta estudiantil radicalizada. Si bien las demandas específicas del petitorio no han trascendido, históricamente las movilizaciones en liceos emblemáticos han respondido a críticas contra el modelo educativo, la infraestructura o la gestión directiva. La violencia, en esta lógica distorsionada, sería una herramienta para presionar por cambios, una herencia de décadas de conflicto estudiantil que hoy parece haber perdido su horizonte político.

Sin embargo, es una tercera narrativa la que genera mayor preocupación y obliga a un análisis más profundo: la instrumentalización por parte de redes externas. La tesis, sostenida por la DEM y editoriales de medios como La Tercera, apunta a que grupos de adultos no solo participan directamente en los desmanes, sino que también financian y proveen la logística (overoles, combustible, etc.). Esto transforma el problema, llevándolo de un conflicto escolar a una operación planificada que utiliza a los estudiantes como fuerza de choque. Esta visión obliga a preguntar: ¿quiénes son estos adultos y qué buscan al fomentar el caos en la educación pública? La respuesta sigue siendo una de las grandes incógnitas.

El Fantasma que Recorre los Liceos Emblemáticos

El caso del INBA no es un hecho aislado. Es un síntoma de la crisis estructural que viven los liceos que alguna vez fueron el orgullo de la educación pública chilena. La violencia recurrente ha provocado una fuga sostenida de matrículas y una caída en los resultados académicos, creando un círculo vicioso. La comunidad escolar vive fracturada: mientras una mayoría de estudiantes y apoderados aspira a un ambiente de estudio seguro, grupos minoritarios imponen una agenda de confrontación que paraliza el proyecto educativo.

Dos meses después de la agresión al rector, la situación en el INBA es de una calma precaria. Las investigaciones judiciales siguen su curso, pero las heridas internas permanecen abiertas. La caída de un rector, más que una solución, se ha revelado como la consecuencia de un problema mucho mayor: la incapacidad del sistema para procesar sus conflictos sin recurrir a la violencia y la aparente infiltración de intereses ajenos que prosperan en el desorden. La pregunta que queda en el aire no es solo cómo se sancionará a los responsables, sino cómo se reconstruye un proyecto educativo con sentido de futuro sobre las cenizas de una confianza rota.

El tema presenta una clara evolución narrativa con un principio, un punto de inflexión crítico y consecuencias visibles, como acciones legales y un debate público sostenido. Permite un análisis profundo sobre un fenómeno social complejo y recurrente —la violencia estudiantil y la crisis de la educación pública—, trascendiendo la inmediatez del evento noticioso. El tiempo transcurrido desde los hechos principales ofrece la perspectiva necesaria para examinar las respuestas institucionales, los cambios en la percepción pública y las raíces estructurales del conflicto, fomentando una reflexión crítica sobre la seguridad, la autoridad y el pacto social dentro de las comunidades educativas.