Bolivia se encuentra en un punto de inflexión histórico. El 19 de octubre de 2025, Rodrigo Paz Pereira, político de centro y candidato de la Democracia Cristiana, ganó la segunda vuelta presidencial con un 54,6% de los votos, superando al conservador Jorge 'Tuto' Quiroga. Este resultado no solo puso fin a casi 20 años de gobiernos del Movimiento al Socialismo (MAS), sino que también abrió la puerta a una nueva era política y económica, cargada de incertidumbres y tensiones latentes.
Paz no era el favorito en las encuestas previas; su triunfo fue un giro sorpresivo que se cimentó en la captación de la mayoría del voto que antes apoyaba al MAS, especialmente en el occidente andino, mayoritariamente indígena. El apoyo de este sector, históricamente ligado a Evo Morales, fue decisivo para la victoria. Morales, aunque inhabilitado para postular, ejerció una influencia indirecta clave, con un llamado a votar nulo en primera vuelta que luego se tradujo en respaldo a Paz en la segunda.
"El pueblo de los barrios populares y del área rural, como no tenían su candidato, no tuvo otra opción que votar por Paz y Lara. Pero no les da un cheque en blanco", advirtió Morales, dejando claro que la relación entre el nuevo gobierno y el MAS será de tensión y vigilancia mutua.
Rodrigo Paz ha definido su proyecto como un modelo de "capitalismo para todos", que busca derribar lo que denomina el "Estado tranca" —una burocracia estatal que, según él, limita el emprendimiento y el desarrollo económico. Bolivia enfrenta una economía en recesión, alta inflación, un banco central sin reservas y un desabastecimiento crónico de combustibles.
Su apuesta es por una economía más abierta, con mayor integración regional y global, pero sin recurrir al Fondo Monetario Internacional, una decisión que ha generado expectación y dudas sobre la sostenibilidad de sus políticas.
- Desde sectores empresariales y la nueva burguesía aimara, Paz es visto como un líder que puede modernizar la economía y abrir oportunidades.
- En cambio, grupos sociales tradicionales y activistas temen que su gobierno pueda desmantelar las conquistas sociales y políticas del MAS, especialmente en derechos indígenas y redistribución.
- La oposición liderada por Quiroga, derrotado por cuarta vez, denunció fraude sin pruebas concretas, evidenciando la polarización política.
- La comunidad internacional, con felicitaciones desde la OEA hasta gobiernos vecinos, observa con cautela y esperanza el proceso de transición.
Rodrigo Paz asume el 8 de noviembre con un gabinete basado en la meritocracia y el equilibrio regional, consciente de que la gobernabilidad dependerá de su capacidad para dialogar con un Congreso fragmentado y una sociedad dividida. Su promesa de un "futuro mejor" y una economía para la gente enfrenta la prueba de traducirse en políticas efectivas que no profundicen las desigualdades ni desaten conflictos sociales.
La tensión entre la herencia del MAS y la promesa de renovación marcará el pulso político de Bolivia en los próximos años. La vigilancia ciudadana, la protección de derechos y la búsqueda de consensos serán esenciales para evitar que la tragedia de la polarización se transforme en un escenario de confrontación irreversible.
En definitiva, Bolivia está en la arena, con sus protagonistas enfrentados y el público expectante. La historia juzgará si este cambio de rumbo se traduce en un verdadero avance o en un nuevo ciclo de incertidumbre.