
El pasado 30 de octubre de 2025, el expresidente estadounidense Donald Trump lanzó una serie de declaraciones que han reverberado más allá del ciclo inmediato de noticias, poniendo en jaque los ya frágiles acuerdos internacionales sobre armas nucleares. Trump afirmó que Estados Unidos posee más armas nucleares que Rusia y que había ordenado reiniciar pruebas nucleares, aludiendo a una supuesta carrera armamentista que otros países estarían impulsando. Estas afirmaciones, aunque incorrectas en cifras y procedimientos, han reabierto un debate que parecía congelado desde la Guerra Fría.
La realidad es que Rusia supera en número a Estados Unidos en cabezas nucleares, con más de 5.000 en ambos casos, y que Washington no realiza pruebas nucleares desde 1992. Las pruebas recientes de Rusia se han limitado a demostraciones de nuevos vectores de lanzamiento, sin explosiones nucleares, y China mantiene una política de modernización con un arsenal mucho menor. En este contexto, la insistencia de Trump en reiniciar pruebas no responde a necesidades técnicas, sino a una apuesta política con consecuencias profundas.
Desde una perspectiva política, el anuncio ha sido interpretado como un gesto desestabilizador que puede incentivar una nueva carrera armamentista. Moscú, que ya revocó su ratificación al Tratado de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares (CTBT) en 2023, ha advertido que responderá en consecuencia si Washington efectúa ensayos nucleares. Pekín, por su parte, rechaza sumarse a negociaciones de reducción nuclear, argumentando la inferioridad de su arsenal frente a las superpotencias.
En el plano internacional, estas tensiones se enmarcan en un deterioro prolongado del sistema de control de armas heredado de la Guerra Fría. La retirada estadounidense del Tratado ABM en 2002, seguida por la salida de ambos países del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) en 2019, y la inminente expiración del Nuevo START en 2026, configuran un escenario de creciente incertidumbre.
Desde el punto de vista de expertos en seguridad, la acumulación de arsenales y la modernización tecnológica sin acuerdos claros incrementa el riesgo de malinterpretaciones y errores fatales. Además, la apuesta de Washington por un escudo antimisiles avanzado —la llamada “Cúpula Dorada”— ha sido uno de los motores que ha impulsado a Rusia a desarrollar armas supuestamente indetectables y capaces de evadir defensas.
En el plano social y ciudadano, el peligro nuclear sigue siendo una amenaza latente para la humanidad, que a menudo queda relegada en discusiones políticas y estratégicas. La frivolización del tema, como la que se observa en las declaraciones de Trump, puede erosionar la percepción pública sobre la gravedad real del armamento nuclear y la necesidad de mantener mecanismos de control y desarme.
En conclusión, las palabras de Trump no solo contradicen datos verificados, sino que también abren la puerta a una dinámica peligrosa de escalada militar. La desconfianza entre potencias, el debilitamiento de tratados y el uso político de la amenaza nuclear configuran un panorama inquietante para la estabilidad global. La comunidad internacional enfrenta el desafío de renovar los compromisos y evitar que la política de poder vuelva a convertir el armamento nuclear en un juego de apuestas con consecuencias catastróficas.
Este episodio nos recuerda que, más allá de titulares inmediatos, el análisis profundo y el seguimiento riguroso de las acciones y discursos en torno a la seguridad internacional son esenciales para comprender el verdadero alcance y riesgos de estas decisiones.
2025-11-12
2025-11-02