
En un giro inesperado para un país marcado por la violencia y la impunidad, México ha registrado una disminución del 37% en homicidios dolosos durante los primeros 13 meses de la presidencia de Claudia Sheinbaum. Octubre de 2025 marcó el nivel más bajo de asesinatos desde 2016, según cifras oficiales presentadas por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Este descenso se acompaña de la detención de más de 37.000 personas por delitos de alto impacto y la incautación de casi 300 toneladas de droga, incluyendo más de cuatro millones de pastillas de fentanilo, un golpe notable contra el crimen organizado. La Guardia Nacional, el Ejército y la Marina han desmantelado más de 1.600 laboratorios de metanfetaminas, afectando la estructura económica de las mafias.
“Fortaleciendo la estrategia de inteligencia e investigación y la coordinación, hemos logrado estos avances”, explicó Sheinbaum, defendiendo la continuidad y consolidación de un modelo de seguridad que busca atacar las causas y no solo los síntomas.
Sin embargo, la lectura política y social de estos resultados no es unánime. Desde la oposición, sectores conservadores y críticos advierten que la baja en homicidios podría estar relacionada con una subregistro o desplazamiento de delitos hacia otras formas de violencia menos visibles. Además, cuestionan la sostenibilidad de una estrategia que aún depende en gran medida de la fuerza militar, sin avances claros en reformas estructurales para la justicia y la prevención social.
En contraste, organizaciones sociales y académicos destacan la importancia de la coordinación interinstitucional y la inteligencia como elementos novedosos en la gestión de Sheinbaum, pero señalan que la desigualdad y la marginación siguen siendo caldo de cultivo para la violencia en estados como Guanajuato, Chihuahua y Michoacán, donde se concentra más del 50% de los homicidios.
Para los ciudadanos en zonas afectadas, el descenso en homicidios representa una esperanza tangible, aunque la percepción de inseguridad persiste, alimentada por la violencia cotidiana y la desconfianza en las autoridades. La presión social para que el Gobierno mantenga e intensifique estos resultados es creciente, pero también lo es la exigencia por una política integral que incluya educación, empleo y derechos humanos.
En definitiva, la gestión de Claudia Sheinbaum abre un capítulo diferente en la historia reciente de México, donde la reducción de homicidios se convierte en una bandera política y social que polariza discursos y expectativas. La verdad incontrovertible es que este descenso es el más significativo en casi una década, pero sus consecuencias y la estabilidad de esta tendencia aún están en juego.
Lo que queda claro es que el desafío mexicano no termina con cifras alentadoras: la violencia estructural, la corrupción y la desigualdad demandan soluciones profundas y sostenidas en el tiempo, más allá de los titulares inmediatos. En el coliseo de la seguridad pública, el gobierno de Sheinbaum ha lanzado un nuevo guante, pero el combate apenas comienza.
2025-11-11