
Una cortina de secreto y tensión cubre América Latina desde hace semanas. El Pentágono ha impuesto acuerdos de confidencialidad (NDA) a militares estadounidenses involucrados en operaciones en la región, una medida inusual que ha generado inquietud y preguntas sobre el alcance y los objetivos reales de estas misiones. Paralelamente, se ha confirmado que la CIA ha retomado y ampliado sus operaciones encubiertas, reavivando un legado histórico de intervenciones que moldearon el destino político de varios países latinoamericanos durante el siglo XX.
El 28 de octubre pasado, Reuters reveló que oficiales del Departamento de Defensa de EE.UU. debían firmar acuerdos para no divulgar detalles sobre sus actividades en América Latina. Esta exigencia, que supera las habituales obligaciones de confidencialidad, ocurre en un contexto donde el despliegue militar estadounidense, como el del portaaviones Gerald Ford, ha aumentado notablemente, y legisladores estadounidenses denuncian falta de información clara sobre el propósito y alcance de estas operaciones.
Desde Washington, el Pentágono defiende que estas medidas buscan proteger la seguridad operativa y evitar filtraciones que puedan comprometer la misión declarada: la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, expertos y analistas regionales advierten que el refuerzo militar excede ampliamente los requerimientos antinarcóticos, y que la opacidad alimenta desconfianza en gobiernos y ciudadanos.
En paralelo, se confirmó que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) ha recibido luz verde para ejecutar operaciones encubiertas en países como Venezuela. Esta noticia remite a un pasado marcado por intervenciones clandestinas que, durante la Guerra Fría y más allá, buscaron contener movimientos políticos considerados adversos por Washington.
Historiadores y documentos desclasificados recuerdan episodios emblemáticos: desde la caída de Jacobo Arbenz en Guatemala (1954), pasando por el fallido desembarco en Bahía de Cochinos (1961), hasta la participación en golpes militares en Chile (1973), Brasil (1964) y otros países. “La política exterior estadounidense se ha basado en operaciones encubiertas que no solo desestabilizan gobiernos, sino que moldean las estructuras de poder locales”, señala Enrique Natalino, investigador del Centro Brasileño de Análisis y Planificación.
El resurgimiento de estas prácticas ha generado alarma en el continente. Gobiernos de izquierda y movimientos sociales denuncian una estrategia de presión y dominio que revive viejas heridas. Por otro lado, sectores conservadores y algunos gobiernos aliados ven en estas acciones un necesario contrapeso frente a amenazas internas y externas.
Desde Caracas hasta Buenos Aires, las reacciones no se han hecho esperar. El gobierno venezolano ha calificado las operaciones estadounidenses como una amenaza directa a su soberanía, evocando temores de invasión y desestabilización. En Chile, expertos en relaciones internacionales llaman a la prudencia pero advierten sobre el riesgo de una escalada militar que podría afectar la estabilidad regional.
“La falta de transparencia y el uso de acuerdos de confidencialidad impiden un debate informado y democrático sobre la presencia militar extranjera en nuestros territorios”, plantea Rosario Martínez, académica de la Universidad de Chile.
Al mismo tiempo, voces desde Washington argumentan que la región enfrenta desafíos complejos, desde el narcotráfico hasta la influencia de potencias rivales, y que la cooperación militar es una herramienta legítima para proteger intereses compartidos.
Tras semanas de análisis y contraste de fuentes, se puede concluir que:
- Estados Unidos ha intensificado su presencia militar y de inteligencia en América Latina bajo un manto de secreto sin precedentes, lo que genera un clima de incertidumbre y desconfianza.
- Las operaciones encubiertas de la CIA, lejos de ser reliquias del pasado, se mantienen activas y adaptadas a los nuevos contextos políticos y tecnológicos, con impactos directos en la soberanía y estabilidad de los países afectados.
- La pluralidad de perspectivas revela una región dividida entre quienes ven estas acciones como una defensa necesaria y quienes las interpretan como una forma de neocolonialismo y agresión.
Este escenario plantea un desafío para América Latina: cómo equilibrar la necesidad de seguridad y cooperación internacional con el respeto a la autonomía y al derecho de los pueblos a decidir su propio destino. Mientras tanto, la sombra de la historia y la opacidad actual alimentan una narrativa de desconfianza que, si no se aborda con transparencia y diálogo, podría profundizar las fracturas regionales.
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Fuentes consultadas: Reuters, The New York Times, BBC News Mundo, análisis de Enrique Natalino (Cebrap), Victor Missiato (Instituto McKenzie), Rosario Martínez (Universidad de Chile), y documentos desclasificados de la CIA.
2025-11-08