
En un episodio que ha trascendido más allá de una simple imagen, la cantante Mon Laferte y la candidata presidencial Jeannette Jara se encuentran en el centro de un debate que pone en jaque la relación entre figuras culturales y políticas en Chile.El 13 de octubre de 2025 se difundió una fotografía que mostraba a ambas juntas, lo que fue interpretado inicialmente como un respaldo público de Laferte a la candidatura de Jara. Sin embargo, días después, la artista desmintió cualquier apoyo formal, aclarando que se trató de un saludo casual durante un evento.“No hemos hablado formalmente de un apoyo a una candidatura, no sé qué significa eso. Nunca he apoyado una candidatura, y creo que es la primera vez en mi vida que tengo una fotografía con un político”, afirmó Laferte en una entrevista con ADN.
Este desencuentro público ha abierto un escenario de múltiples lecturas. Desde el sector político de la candidata, se valoró la imagen como un símbolo de reconocimiento y respaldo a un proyecto que busca justicia social y equidad, tal como expresó Jara: “Quiero expresar mi agradecimiento a Mon Laferte por el apoyo a mi candidatura presidencial y por querer ser parte de este proceso tan significativo”. Para sus seguidores, la cantante representa un ícono de esfuerzo y autenticidad, valores que se alinean con la propuesta política de Jara.
Desde otra perspectiva, críticos y analistas advierten sobre el riesgo de confundir gestos sociales con compromisos políticos, especialmente en un contexto electoral polarizado. La postura de Laferte, que enfatiza su independencia y rechazo al fanatismo —“Creo mucho en las personas más que en los partidos. El fanatismo, en cualquier forma, me parece enfermizo”—, resuena con un sector de la ciudadanía que demanda mayor autonomía de las figuras públicas frente a las campañas.
Regionalmente, este episodio refleja una tensión latente en la relación entre cultura y política en Chile, donde artistas han sido tradicionalmente convocados como símbolos o voceros, pero mantienen a menudo una distancia crítica. En el plano social, la controversia ha generado debates sobre la autenticidad y la instrumentalización de las imágenes en redes sociales, donde la viralidad puede distorsionar intenciones y mensajes.
En definitiva, este cruce entre Mon Laferte y Jeannette Jara no es solo un choque de declaraciones, sino un espejo de las complejidades de la política contemporánea chilena, donde las fronteras entre lo público y lo personal, lo formal y lo simbólico, se entrelazan y desafían constantemente.
A cuatro semanas del episodio, la fotografía sigue circulando en redes con interpretaciones diversas, pero la verdad clara es que no hubo un respaldo formal, sino una coincidencia que fue politizada. La consecuencia tangible es un llamado a la ciudadanía para mirar con más escepticismo y profundidad los símbolos y gestos que se presentan en la arena política, evitando simplificaciones que alimenten la polarización.
Así, la historia concluye con una invitación a la reflexión crítica: entender que en la política chilena actual, las imágenes y las palabras no siempre coinciden, y que el poder simbólico puede ser tan relevante como el político, pero también susceptible a malentendidos y apropiaciones. En este escenario, la responsabilidad recae tanto en quienes comunican como en quienes interpretan, para no caer en la trampa de la superficialidad informativa.