
En un escenario político cargado de expectativas y tensiones, la candidata presidencial del Partido Comunista, Jeannette Jara, lanzó un mensaje que ha generado reacciones encontradas a poco menos de un mes de las elecciones. El 15 de octubre de 2025, en una reunión con medios internacionales, Jara prometió establecer una relación colaborativa con inversionistas extranjeros si llega a La Moneda.
Este anuncio no es menor: Chile enfrenta desde hace años tasas de inversión bajas, un problema estructural que amenaza el crecimiento y la generación de empleo. Jara propuso multiplicar la inversión, apuntando a sectores estratégicos como las energías renovables y la infraestructura crítica —puentes, puertos y conectividad— como motores para un desarrollo más inclusivo y sostenible.
"Me gusta soñar en grande y construir en grande. Para eso hay que multiplicar la inversión en Chile", afirmó, con un tono que buscaba conjugar idealismo y pragmatismo.
Sin embargo, la promesa no ha sido recibida con unanimidad. Desde la derecha, se ha cuestionado la credibilidad de Jara para cumplir con este compromiso, recordando la trayectoria del Partido Comunista y sus posturas históricas que han generado desconfianza en los mercados. Algunos analistas advierten que la retórica conciliadora podría ser un intento calculado para calmar a los inversionistas, sin cambios sustanciales en la política económica.
Por otro lado, sectores progresistas y movimientos sociales han expresado suspicacias respecto a si esta apertura al capital extranjero no implicará concesiones que comprometan la agenda social y ambiental que Jara y su coalición defienden. El dilema entre atraer inversión y mantener un modelo económico con mayor justicia social sigue vigente.
En términos internacionales, la declaración de Jara también se enmarca en un contexto geopolítico complejo. La candidata reiteró su compromiso con el multilateralismo y expresó preocupación por la situación en Venezuela, criticando la dictadura de Maduro y rechazando acciones unilaterales de Estados Unidos en la región. Esto revela una postura que busca equilibrar relaciones diplomáticas sin sacrificar principios democráticos.
Además, Jara anunció medidas para combatir la delincuencia, ampliando la capacidad penitenciaria, incorporando tecnología policial y reforzando la fiscalización del tráfico portuario, un tema sensible para la seguridad y la confianza inversionista.
Tres semanas después, el impacto de estas declaraciones se refleja en un mercado que, aunque cauteloso, ha mostrado leves indicios de recuperación en indicadores clave como el IPSA, que ha escalado por sobre los 9.000 puntos. No obstante, la volatilidad persiste, y la percepción internacional sobre la estabilidad política y económica de Chile sigue siendo un factor decisivo.
Este episodio pone en escena el choque entre la necesidad de crecimiento económico y las tensiones ideológicas que atraviesan a Chile en esta etapa crítica. La promesa de Jara es un llamado a la esperanza para algunos y una fuente de incertidumbre para otros.
En definitiva, la verdad que se impone a la luz de los hechos es que la relación entre el Estado y la inversión extranjera en Chile sigue siendo un terreno de disputa y negociación. La capacidad de un eventual gobierno comunista para equilibrar estos intereses será decisiva para definir el rumbo del país en los próximos años. La historia política y económica reciente muestra que las palabras deben traducirse en acciones concretas para sostener la confianza y avanzar hacia un desarrollo inclusivo.
Así, el desafío de Jara no es solo político ni económico, sino también simbólico: demostrar que es posible soñar en grande sin renunciar a los principios que han definido a su sector. El coliseo está abierto, y el público observa con atención.