El 17 de octubre de 2025, la candidata presidencial oficialista Jeannette Jara lanzó una franja electoral que, a primera vista, se aleja de la retórica política tradicional para apostar por un relato íntimo y cercano. El video, dirigido por Nicolás Acuña y Sofía Tupper, muestra imágenes de su infancia y juventud, junto a testimonios de su madre y una amiga, enfatizando sus raíces humildes y su trayectoria desde la Subsecretaría de Previsión Social durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet.
Este gesto comunicacional, como señaló Jara en sus redes sociales, busca 'hablar desde el corazón, ofreciendo soluciones concretas para el Chile de la gente común'. Sin embargo, la recepción de esta estrategia no ha sido unánime, y aquí se despliega un escenario que refleja las complejidades del actual ciclo político chileno.
Por un lado, sectores progresistas ven en esta franja un intento genuino de reconectar con un electorado cansado de discursos abstractos y promesas vacías. La narrativa de esfuerzo personal y superación social resuena con un segmento importante del país que se identifica con historias de movilidad social y lucha cotidiana. Además, la ausencia notable de Michelle Bachelet en la campaña oficialista, quien concentra su energía en la candidatura a la Secretaría General de la ONU, ha dejado espacio para que Jara construya una imagen propia, menos ligada a la vieja guardia.
En contraste, voces críticas dentro y fuera del oficialismo acusan que esta apuesta es más una maniobra calculada que una expresión auténtica. Para algunos analistas, la franja electoral se inscribe en una tradición de campañas que privilegian la emotividad sobre el debate programático, lo que podría diluir la discusión sobre las políticas concretas que se proponen implementar. Además, sectores de oposición y medios independientes han señalado que el relato personal, aunque poderoso, no puede ocultar las tensiones internas en la coalición oficialista ni las dificultades para articular una propuesta unificada ante un electorado fragmentado.
Desde una perspectiva regional, el impacto de esta franja ha sido desigual. En zonas urbanas y centros académicos, el mensaje ha generado más escepticismo, mientras que en comunidades periféricas y rurales ha encontrado eco, especialmente entre mujeres y jóvenes que valoran la identificación con historias de origen modesto y esfuerzo.
Finalmente, la franja de Jara pone en escena un desafío recurrente para la política chilena: cómo equilibrar la construcción de una identidad cercana y emocional con la necesidad de ofrecer respuestas claras y detalladas a problemas estructurales que afectan al país.
En conclusión, la franja electoral de Jeannette Jara representa tanto una oportunidad como un riesgo para su candidatura y para el oficialismo. La apuesta por un relato personal busca humanizar a la candidata y conectar con el Chile profundo, pero también expone las limitaciones de una comunicación política que puede privilegiar el relato sobre la sustancia. La verdadera prueba estará en si esta estrategia logra traducirse en confianza y votos, o si queda relegada a un gesto más dentro del espectáculo electoral. En cualquier caso, la historia de Jara y su franja ya forman parte del tejido político que invita a reflexionar sobre las formas y contenidos de la política contemporánea en Chile.