
Santiago y la zona centro-norte de Chile han vivido en las últimas semanas un episodio intenso de calor extremo, con temperaturas que han superado los 30 °C de forma persistente y que, en algunos sectores, alcanzaron máximas cercanas a los 35 °C. Según registros oficiales de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), este fenómeno tuvo su punto más álgido entre mediados y fines de octubre de 2025, con jornadas consecutivas de calor poco habituales para la primavera austral.
Este evento, que no solo afectó a la capital sino también a comunas del interior y la precordillera, no se trató de una ola de calor aislada, sino de un patrón que se repite con mayor frecuencia y duración en los últimos años, en línea con las tendencias globales vinculadas al cambio climático. “Estamos viendo un aumento sostenido en la frecuencia y duración de estos episodios, lo que tiene consecuencias directas en la salud pública y el bienestar social”, explicó en mayo pasado el meteorólogo José Ángel Núñez Mora, en un estudio internacional sobre olas de calor.
Desde una mirada social, este fenómeno no impacta a todos por igual. La investigadora Kim Meidenbauer, experta en psicología ambiental, señala que “las personas en condiciones socioeconómicas vulnerables experimentan con mayor intensidad los efectos negativos del calor extremo, debido a la falta de acceso a espacios climatizados, zonas verdes y recursos básicos”. En Santiago, las zonas con menor infraestructura urbana y mayor densidad poblacional, como sectores periféricos y barrios populares, registraron mayores dificultades para mitigar el calor, exacerbando la llamada isla de calor urbana.
Por otro lado, sectores acomodados cuentan con alternativas como aire acondicionado, piscinas y mayor acceso a espacios abiertos, lo que atenúa el impacto directo del calor. Sin embargo, esto también genera un aumento en el consumo energético y en las emisiones, alimentando un círculo vicioso.
Más allá del malestar físico, estudios recientes publicados en revistas como The Lancet y Nature Climate Change han confirmado que el calor extremo incrementa el riesgo de trastornos mentales, incluyendo ansiedad, depresión y hospitalizaciones psiquiátricas. En Chile, durante el Congreso Futuro 2025, expertos alertaron sobre cómo el estrés térmico afecta la concentración, el sueño y la regulación emocional, especialmente en grupos vulnerables como adolescentes y personas con enfermedades preexistentes.
“El calor intenso no solo afecta el cuerpo, sino que también altera la mente, dificultando la capacidad para enfrentar situaciones de estrés y aumentando la sensación de aislamiento”, afirmó Emma Lawrance, investigadora del Imperial College de Londres.
Este episodio reciente de calor extremo en Santiago y la zona centro-norte revela la urgencia de repensar la planificación urbana, las políticas de salud pública y las estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático. La experiencia italiana y española, donde olas de calor prolongadas han dejado huellas significativas, sirven como advertencia para Chile.
Es imprescindible reconocer que el impacto del calor extremo es una cuestión de justicia social. “No basta con medir grados Celsius, hay que medir quién puede protegerse y quién queda expuesto”, remarcó la experta chilena Viviana Urbina.
- El calor extremo en Santiago no es un fenómeno aislado ni pasajero, sino parte de una tendencia global con consecuencias locales palpables.
- Las desigualdades sociales y económicas amplifican la vulnerabilidad frente a estos fenómenos, evidenciando brechas en infraestructura, acceso a servicios y salud.
- Los efectos en la salud mental, aún poco visibles en la agenda pública, requieren atención urgente y transversal.
- La adaptación climática debe incorporar enfoques integrales que combinen ciencia, política y justicia social para proteger a las comunidades más afectadas.
Este fenómeno, lejos de ser solo un dato meteorológico, es un espejo de las tensiones sociales y ambientales que enfrenta Chile en un mundo que se calienta sin pausa.
2025-08-06