
La euforia por la inteligencia artificial (IA) ha generado un fenómeno que recuerda a las grandes burbujas tecnológicas del pasado, pero con matices que invitan a una reflexión más profunda. Desde finales de 2025, múltiples señales han encendido las alarmas en los mercados financieros, mientras que voces clave del sector tecnológico llaman a distinguir entre el entusiasmo especulativo y los avances reales que promete esta revolución digital.
En octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió que la Bolsa de Estados Unidos está sobrevalorada en un 10%, principalmente por la concentración del mercado en un puñado de gigantes tecnológicos vinculados a la IA. Empresas como Nvidia, Microsoft, Apple, Google, Amazon, Meta y Tesla, conocidas como las "siete magníficas", representan un tercio del índice S&P 500, un récord histórico que supera incluso la burbuja puntocom de principios de los 2000.
"Estamos ante una concentración de riesgos sin precedentes. Si estas acciones no cumplen con las expectativas, la confianza de los inversores podría desplomarse en forma abrupta", alertan expertos del FMI.
Por otro lado, la encuesta de Bank of America reveló que más de la mitad de los gestores de fondos consideran que las acciones tecnológicas están caras, un cambio radical respecto a meses anteriores. Rafael Valera, CEO de Buy & Hold, reconoce un "claro aroma a burbuja tecnológica", evocando recuerdos del estallido de la burbuja puntocom.
Sin embargo, no todos coinciden en que la situación sea negativa. Jeff Bezos, fundador de Amazon, calificó esta fase como una "burbuja industrial buena" durante la Italian Tech Week 2025 en Turín. Para Bezos, aunque los precios bursátiles puedan caer, las innovaciones que surjan de esta ola de inversión en IA dejarán beneficios duraderos para la sociedad. Comparó el fenómeno con la explosión de la biotecnología en los años 90 y la inversión en fibra óptica durante la era puntocom, donde muchas empresas desaparecieron, pero las infraestructuras y avances tecnológicos permanecieron y transformaron industrias.
"Cuando el polvo se asienta y se ve quiénes son los ganadores, la sociedad se beneficia de esas invenciones", afirmó Bezos, enfatizando que la IA es real y cambiará todas las industrias, aunque no se sepa con certeza el tiempo que tomará este proceso.
En un escenario donde convergen estas perspectivas, el debate se despliega en varios frentes:
- Desde la visión financiera, la preocupación gira en torno a la sostenibilidad de las valoraciones y la posible volatilidad que una corrección podría provocar en los mercados.
- Desde la innovación tecnológica, se reconoce que esta fase de inversión masiva es necesaria para el desarrollo de infraestructuras, algoritmos y aplicaciones que marcarán un antes y un después en la productividad global.
- Desde la sociedad civil y el mundo académico, surgen cuestionamientos sobre la concentración de poder en pocas empresas, la ética del uso de IA y el impacto en el empleo y las desigualdades.
La paradoja actual es que, mientras la incertidumbre económica, comercial y geopolítica se mantiene alta, la volatilidad en los mercados ha disminuido, impulsada por la confianza en que los beneficios de la IA serán sustanciales y duraderos.
Esta confianza, sin embargo, no debe confundirse con certeza. Como advierte David Solomon, CEO de Goldman Sachs, "gran parte del capital invertido en IA no generará retornos", aunque su potencial para impulsar la productividad es "muy emocionante". Incluso él reconoce que "estamos al comienzo de la película, no al final", y que una corrección en los mercados podría ocurrir en el corto plazo.
Para Chile, este fenómeno tiene implicancias concretas. La irrupción de la IA abre oportunidades para startups y fondos de capital de riesgo locales, como lo demuestra el reciente lanzamiento de NeoVC, una plataforma que automatiza la gestión de fondos de capital de riesgo con inteligencia artificial, buscando modernizar un sector tradicionalmente manual.
Sin embargo, también plantea desafíos regulatorios y sociales, como la necesidad de formar talento, proteger derechos laborales y evitar la concentración excesiva de recursos en pocas manos.
En conclusión, la historia reciente y los análisis actuales sugieren que el auge de la inteligencia artificial es un fenómeno complejo, con riesgos y oportunidades entrelazados. La burbuja, si es que existe, no es solo financiera sino también industrial y social. El futuro dependerá de la capacidad de los actores —desde inversionistas a reguladores y ciudadanos— para navegar esta etapa con prudencia, visión crítica y apertura al cambio.
Solo el tiempo dirá qué empresas y tecnologías sobrevivirán al ajuste y cuáles dejarán una huella duradera en la economía y la sociedad global.