La tregua en Gaza sigue en equilibrio precario: un mes después, la calma sin paz

La tregua en Gaza sigue en equilibrio precario: un mes después, la calma sin paz
Internacional
América Latina
2025-11-13
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- Tregua frágil: calma intermitente entre violencia y restricciones.

- Perspectivas encontradas: desde el escepticismo palestino hasta la presión internacional.

- Humanitarismo en jaque: ayuda limitada y reconstrucción postergada.

Un mes después del alto al fuego firmado el 9 de octubre de 2025 entre Israel y Hamás, la Franja de Gaza permanece atrapada en un limbo entre la guerra y la paz. Israel mantiene ataques esporádicos y restricciones severas a la ayuda humanitaria, mientras Hamás y la comunidad internacional intentan sostener un cese de hostilidades que no termina de consolidarse.

La tregua, impulsada por la administración Trump y respaldada por países mediadores como Egipto, Qatar y Turquía, logró detener los bombardeos masivos que devastaron el enclave durante dos años, dejando más de 69.000 muertos palestinos y una infraestructura destruida en un 92%. Sin embargo, la suspensión temporal de ataques no se ha traducido en un alivio pleno para la población ni en garantías claras para el fin de la ocupación israelí.

Desde Gaza, voces como la de Hassan, un joven de 18 años en el campo de refugiados de Nuseirat, expresan un profundo 'escepticismo sobre la buena fe de Estados Unidos y sus aliados'. Para él, la tregua es un respiro necesario, pero insuficiente. En la misma línea, el exministro palestino Ziad Abu Zayad advierte que 'cualquier plan que evite la raíz del problema, la ocupación, está condenado al fracaso'. Estos puntos de vista reflejan un sentimiento extendido entre la población y sectores políticos palestinos que consideran que la tregua es un parche que legitima la continuidad de la ocupación bajo nuevas formas.

Por su parte, Israel justifica las restricciones y ataques limitados como medidas para proteger su seguridad, acusando a Hamás de violar el acuerdo. La polémica sobre la responsabilidad en los incidentes violentos recientes —como los enfrentamientos en Rafah que causaron la muerte de soldados israelíes y decenas de palestinos— muestra la complejidad y la desconfianza mutua que impera. Mientras Hamás niega cualquier implicación en estos hechos, fuentes independientes sugieren que parte de la violencia se debe a conflictos internos y milicias armadas respaldadas por Israel, que operan en zonas bajo control israelí.

En el plano humanitario, la situación es crítica. La ayuda internacional, aunque acordada en cantidades mínimas para evitar la hambruna, llega con cuentagotas. Israel ha limitado el paso de camiones y mantiene cerradas varias fronteras, incluyendo el crucial cruce de Rafah con Egipto. Organizaciones como la ONU y el Consejo Noruego para los Refugiados denuncian que esta situación pone en riesgo la vida y la salud de miles de palestinos, especialmente ante la llegada del invierno y la falta de suministros básicos.

En un intento por avanzar, Estados Unidos, Egipto, Qatar y Turquía firmaron una declaración como garantes de la tregua, comprometiéndose a supervisar su cumplimiento y a promover una hoja de ruta para la paz. Sin embargo, la segunda fase del plan, que incluye temas espinosos como el desarme de Hamás y la retirada israelí, sigue estancada. La falta de una fuerza internacional establecida y las diferencias irreconciliables entre las partes hacen temer que la tregua no sea más que un paréntesis temporal.

La comunidad internacional, desde el Reino Unido hasta India, ha reconocido el esfuerzo de Estados Unidos para mediar, mientras que en Israel el presidente Trump recibió una ovación en el Parlamento por su rol en el acuerdo. No obstante, la política interna israelí sigue marcada por tensiones, con el primer ministro Netanyahu enfrentando procesos judiciales y con sectores políticos que demandan retomar la ofensiva contra Hamás.

En conclusión, la tregua en Gaza, un mes después, es un equilibrio precario que ofrece un respiro a una población exhausta, pero sin resolver las causas profundas del conflicto. La ocupación, la seguridad, el reconocimiento político y la reconstrucción siguen siendo temas abiertos y en disputa. Las consecuencias visibles son una calma intermitente, una crisis humanitaria persistente y una paz que, por ahora, parece más un deseo que una realidad tangible.

Este escenario invita a reflexionar sobre la necesidad de enfoques integrales que consideren no solo la cesación de la violencia, sino también las dimensiones políticas, sociales y económicas que permitan una solución sostenible y justa para ambos pueblos.