
Un descenso leve, pero no un alivio pleno. La tasa de desempleo en Chile se situó en 8,5% durante el trimestre julio-septiembre de 2025, según los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) publicados a fines de octubre. Este porcentaje representa una caída de 0,2 puntos porcentuales respecto al mismo período del año anterior, marcando la segunda baja consecutiva tras un prolongado estancamiento cerca del 9%.
Sin embargo, detrás de esta aparente mejora se esconde un cuadro complejo y contradictorio, donde las cifras esconden profundas tensiones sociales y económicas.
El escenario laboral chileno se asemeja a una arena donde distintos actores pugnan por sus intereses y perspectivas. Por un lado, el gobierno celebra la baja en la tasa de desempleo como un signo de recuperación, apoyándose en el crecimiento de 1,5% en las personas ocupadas, que supera el aumento de la fuerza laboral (1,2%). Sectores dinámicos como información y comunicaciones (+21,3%), servicios administrativos (+12,9%) y salud (+5,4%) impulsan la generación de empleo formal.
“La reducción del desempleo refleja que la economía está creando oportunidades, aunque el camino para consolidar esta tendencia es aún largo,” señaló un vocero del Ministerio de Economía.
Pero en el otro extremo, economistas y expertos alertan sobre un mercado laboral todavía debilitado y plagado de desigualdades estructurales. Juan Bravo, director del Observatorio del Contexto Económico de la UDP, advierte que “la tasa de desempleo sigue siendo alta, especialmente para mujeres, jóvenes y quienes tienen educación secundaria completa, y el desempleo de larga duración crece preocupantemente.”
La tasa de desocupación femenina se mantiene en 9,1%, superando a la masculina que se ubica en 8,1%. Esta diferencia no es solo numérica, sino que refleja barreras estructurales para las mujeres en el acceso y permanencia en empleos formales y de calidad. El desempleo femenino ha ido aumentando en años recientes y, aunque en el último trimestre presenta una leve baja, la precariedad laboral y la informalidad afectan con mayor fuerza a las trabajadoras.
María José Abud, investigadora de Horizontal y asesora en temas laborales, señala que “las mujeres enfrentan desafíos adicionales como la doble jornada, falta de apoyo en cuidado infantil y discriminación laboral, que no se resuelven solo con buenas cifras macroeconómicas.”
Un 17,6% de los desempleados lleva más de un año buscando trabajo, lo que representa un aumento sostenido en los últimos trimestres. Este segmento de desempleo de larga duración es un foco crítico porque se asocia a la pérdida de capital humano, deterioro de la salud mental y exclusión social.
Los jóvenes entre 15 y 24 años enfrentan una tasa de desempleo de 20,4%, la más alta entre los grupos etarios. Este fenómeno no solo es un problema estadístico, sino una tragedia humana que marca el inicio de trayectorias laborales fracturadas y precarizadas.
“El desempleo prolongado genera desesperanza y puede desencadenar ciclos de pobreza y marginalidad,” advierte Bravo.
El análisis regional revela disparidades significativas. Mientras regiones como La Araucanía y Valparaíso muestran creación de empleo, otras como la Metropolitana y Los Lagos experimentan destrucción neta de puestos de trabajo. La tasa de desempleo en la Región Metropolitana se mantiene en 8,8%, por encima del promedio nacional.
Camilo, un trabajador de la Región del Maule, ilustra esta realidad: “Perdí mi trabajo en plena pandemia y estuve años en empleos esporádicos hasta que conseguí algo estable en Temuco. No todos tenemos la misma suerte.”
Aunque la tasa de ocupación informal descendió a 26,2%, sigue siendo una realidad para más de una cuarta parte de los trabajadores. El empleo informal se concentra en sectores vulnerables y precarizados, y afecta con mayor fuerza a mujeres y trabajadores con menor educación.
Este fenómeno limita la protección social, la estabilidad y la movilidad económica, constituyendo un desafío estructural que las políticas públicas deben enfrentar con urgencia.
La leve baja en la tasa de desempleo chilena no debe leerse como un triunfo definitivo ni un alivio pleno. El mercado laboral sigue mostrando signos de fragilidad estructural, con desigualdades persistentes por género, edad y territorio, y un aumento preocupante del desempleo de larga duración.
El debate público y político se enfrenta a una disonancia cognitiva: mientras algunos celebran la mejora estadística, otros exigen políticas integrales que aborden las causas profundas del desempleo y la precariedad.
La urgencia de un crecimiento económico sostenido, la necesidad de fomentar empleo asalariado de calidad, la ampliación de la participación laboral femenina y la reducción de la informalidad son tareas impostergables. Como advierte el economista Guillermo Larraín, “el desempleo es enemigo público número uno y debe atacarse desde múltiples frentes.”
Chile se juega no solo cifras, sino la cohesión social y el bienestar de millones. La historia del desempleo en 2025 es una tragedia con múltiples protagonistas, donde el público expectador debe entender el contexto completo para exigir soluciones profundas y duraderas.
2025-10-06