Escalada militar en el Caribe: Estados Unidos y Venezuela en un pulso sin retorno

Escalada militar en el Caribe: Estados Unidos y Venezuela en un pulso sin retorno
Internacional
América Latina
2025-11-13
Fuentes
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- Operaciones militares intensificadas frente a la costa venezolana.

- Acusaciones cruzadas entre EE.UU. y Maduro sobre narcotráfico y terrorismo.

- Impacto regional y respuesta internacional marcada por la preocupación y la división.

En las aguas cálidas del Caribe, una tensión que parecía contenida estalló en una confrontación directa entre dos potencias con intereses irreconciliables. Desde septiembre de 2025, Estados Unidos ha desplegado una flotilla naval sin precedentes en la región: diez barcos de guerra, incluyendo destructores, un submarino nuclear y miles de tropas, acompañados de aviones de combate y helicópteros de ataque, a menos de 90 millas de la costa venezolana. Esta movilización, justificada oficialmente como parte de una operación antidrogas para frenar el tráfico desde Sudamérica hacia Estados Unidos, ha desencadenado un choque político y militar que ya trasciende el ámbito regional.

Una política que ha mutado hacia la seguridad nacional

"El presidente Trump ahora considera el tema venezolano como una cuestión de seguridad nacional, no solo de política exterior", explicó Carrie Filipetti, exsubsecretaria de Estado para Venezuela, en un análisis para BBC Mundo. Este cambio de mirada ha llevado a una escalada de acciones, desde ataques con drones a embarcaciones sospechosas hasta la autorización de operaciones encubiertas de la CIA en territorio venezolano, algo inédito en la región.

Cinco ataques extrajudiciales a narcolanchas han dejado al menos 27 muertos, según fuentes estadounidenses, mientras la ONU acusa a Estados Unidos de violar el derecho internacional y cometer ejecuciones extrajudiciales. La Casa Blanca, sin embargo, sostiene que estas acciones son necesarias para combatir redes criminales que, según Washington, tienen nexos directos con el régimen de Nicolás Maduro.

Dos narrativas irreconciliables

Desde Caracas, Maduro ha respondido con una mezcla de desafío y advertencia. "No a los golpes de Estado dados por la CIA. América Latina no los quiere", proclamó, denunciando una estrategia de cambio de régimen impulsada desde Washington. Paralelamente, ha intensificado la militarización interna, con planes como "Independencia 200" en estados fronterizos y la formación masiva de milicias civiles.

Por su parte, Estados Unidos acusa a Maduro de ser el líder de un "narcoestado", señalando a organizaciones criminales como el Tren de Aragua y el Cartel de los Soles como instrumentos de su gobierno para traficar drogas y desestabilizar la región.

Este enfrentamiento ha dividido opiniones incluso dentro de Estados Unidos. Senadores de ambos partidos han cuestionado la legalidad y la efectividad de las operaciones militares sin aprobación del Congreso, evidenciando una discordancia interna sobre el rumbo de la política hacia Venezuela.

Repercusiones regionales y la voz de Chile

La escalada no ha pasado desapercibida en América Latina. Chile, a través de su Ministerio de Relaciones Exteriores, expresó su "profunda preocupación ante el despliegue de operaciones militares de gran escala en el Caribe" y reafirmó su compromiso con la paz regional y el respeto al derecho internacional. Este pronunciamiento refleja un sentir común en la región, donde muchos gobiernos temen que la confrontación pueda desbordarse y afectar la estabilidad política y social.

Asimismo, organismos internacionales como la ONU han llamado al cese inmediato de las acciones que ponen en riesgo la vida de civiles y han exigido investigaciones transparentes sobre los ataques a embarcaciones.

Verdades y consecuencias

Este pulso militar y político revela varias verdades incómodas: primero, que la lucha contra el narcotráfico en el hemisferio se ha convertido en un pretexto para una política de máxima presión contra un régimen considerado enemigo; segundo, que la militarización y la violencia unilateral generan un ciclo de escalada difícil de controlar; y tercero, que las soluciones basadas en la fuerza parecen ignorar las raíces profundas de la crisis venezolana y regional.

La confrontación en el Caribe no es solo un choque entre dos gobiernos, sino un reflejo de las tensiones globales y regionales que combinan intereses geopolíticos, seguridad, derechos humanos y soberanía. Para los ciudadanos de la región, el desafío es cómo evitar que esta tragedia ajena se transforme en un desastre propio.

En definitiva, el Caribe se ha convertido en un escenario donde la historia, la política y la violencia se entrelazan en un espectáculo dramático cuyos efectos aún están por verse, pero que ya han dejado una marca profunda en la política latinoamericana y en la percepción global sobre el uso de la fuerza y la diplomacia en el siglo XXI.