
Un mes después de la primera vuelta presidencial celebrada el 16 de noviembre, el escenario político chileno revela una batalla con claroscuros y múltiples tensiones que trascienden los números iniciales.
Jeannette Jara, exministra del Trabajo y candidata de la centroizquierda, obtuvo un 28% de los votos en la primera vuelta, consolidando un liderazgo que parecía firme en las encuestas previas. Sin embargo, José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, quedó en segundo lugar con un 23%, lo que mantiene viva la expectativa de un desenlace incierto en la segunda vuelta.
Desde la centroizquierda, la lectura es clara: el resultado confirma un respaldo significativo a un proyecto político que busca retomar reformas sociales y económicas postergadas. “La ciudadanía ha ratificado la necesidad de un cambio progresista, pero con cautela y responsabilidad”, señaló un dirigente del Partido Socialista, destacando la importancia de ampliar la base para la segunda vuelta.
En el sector conservador y republicano, la interpretación es diametralmente opuesta. “El electorado ha mostrado su descontento con el rumbo actual y apuesta por una agenda de orden y seguridad”, afirmó un vocero cercano a Kast, quien confía en revertir la diferencia y ampliar su apoyo entre votantes de derecha y centro.
La fragmentación del voto se hizo evidente con candidaturas como la de Evelyn Matthei (14%), Johannes Kaiser (11%) y Franco Parisi (10%), quienes, aunque lejos de la punta, representan un espectro político diverso que podría influir decisivamente en la segunda vuelta. La dispersión refleja una sociedad con múltiples demandas y una crisis de representatividad que no se resuelve con un solo liderazgo.
En regiones tradicionalmente alejadas del centro político, la votación mostró patrones diferenciados. En el norte, la preocupación por la seguridad y la migración apuntaló a Kast, mientras que en el sur, las demandas sociales y ambientales favorecieron a Jara. “Es un reflejo de un país que no solo está dividido ideológicamente, sino también geográficamente”, analizó una académica de la Universidad de Concepción.
La encuesta Plaza Pública de Cadem, base para estas cifras, fue contrastada con datos oficiales del Servel y análisis independientes, confirmando la consistencia de los resultados y la estabilidad del escenario electoral hasta la fecha.
La primera vuelta dejó claro que Chile enfrenta una elección polarizada y fragmentada, donde ningún candidato logra un respaldo mayoritario decisivo. Las proyecciones para la segunda vuelta muestran a Kast con ventaja en escenarios hipotéticos, pero la volatilidad del electorado y la dispersión del voto hacen impredecible el desenlace.
Este cuadro obliga a los protagonistas a ampliar sus alianzas y a dialogar con sectores diversos, en un país marcado por tensiones sociales, económicas y culturales profundas. La ciudadanía, por su parte, enfrenta la responsabilidad de decidir no solo entre candidatos, sino entre modelos de país y proyectos de futuro.
En definitiva, el proceso electoral de 2025 no solo es una contienda por La Moneda, sino un espejo de las complejidades y desafíos que Chile debe enfrentar en la próxima década.