
Una jornada electoral marcada por el calor extremo dejó lecciones que, con la perspectiva del tiempo, revelan fallas estructurales y desafíos pendientes para Chile. El domingo 9 de noviembre de 2025, mientras el país acudía a las urnas bajo temperaturas que bordeaban los 30 grados, se reportaron múltiples casos de golpes de calor en locales de votación a lo largo de todo el territorio nacional.
El fenómeno no fue una sorpresa para expertos en salud pública, quienes días antes habían advertido sobre los riesgos y entregado recomendaciones específicas. Sin embargo, la experiencia vivida mostró que la prevención y la atención estuvieron lejos de ser homogéneas ni suficientes.
Desde el sector de salud, el doctor Francisco Undurraga, internista de Clínica MEDS, enfatizó que la prevención dependía en gran medida de la preparación personal: hidratación adecuada, vestimenta ligera y evitar exposición solar en horas críticas. Para él, 'la educación sanitaria previa fue clave, pero también es responsabilidad de cada persona cuidar su salud'.
En contraste, organizaciones sociales y algunos sectores políticos señalaron que 'las autoridades electorales y sanitarias no implementaron medidas suficientes para proteger a los grupos más vulnerables, como niños, adultos mayores y personas con discapacidad'. Denunciaron falta de sombra adecuada en los locales, insuficiente dotación de agua y ausencia de protocolos claros para emergencias médicas durante la votación.
Las regiones del norte, acostumbradas a climas áridos y calurosos, reportaron una mayor incidencia de casos, lo que potenció críticas sobre la falta de adaptación territorial en la organización electoral. En zonas rurales, donde la infraestructura es más precaria, la falta de accesos sombreados y puntos de hidratación fue más evidente.
Por otro lado, en la zona central, la concentración urbana y las largas filas en locales masivos también expusieron a los votantes a riesgos evitables, especialmente en barrios con alta densidad poblacional y escasos espacios públicos.
Testimonios recogidos tras la elección reflejan sentimientos encontrados. Algunos votantes relataron haber sufrido mareos y malestar, con dificultades para encontrar ayuda inmediata. Otros valoraron la solidaridad espontánea de vecinos y voluntarios, pero lamentaron la falta de organización oficial.
Una madre de Santiago comentó: 'Llevé a mi abuelo a votar, y pese a que intentamos seguir todas las recomendaciones, el calor fue insoportable. No había agua ni sombra, y la espera se hizo eterna. Esto no debería pasar en un país que se jacta de su democracia.'
El análisis posterior a la elección confirma que el golpe de calor no fue un accidente aislado, sino el resultado de una combinación de factores climáticos, logísticos y sociales. La responsabilidad se distribuye entre la falta de adecuación de los protocolos electorales a las condiciones climáticas, la insuficiente infraestructura en locales de votación y la limitada capacidad de respuesta sanitaria en terreno.
Este episodio expone una verdad incómoda: la democracia chilena enfrenta desafíos no solo en la representación política, sino también en garantizar condiciones dignas y seguras para el ejercicio del voto. La experiencia de 2025 debe impulsar reformas que integren la variable climática en la planificación electoral, prioricen la protección de grupos vulnerables y fortalezcan la coordinación interinstitucional.
En definitiva, la tragedia ajena del golpe de calor en las urnas es un llamado a repensar el vínculo entre ciudadanía, Estado y entorno, para evitar que el derecho fundamental al voto se vea comprometido por riesgos previsibles y evitables.
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