
Un pulso estratégico que trasciende el comercio. El 30 de octubre de 2025, en una cumbre en Corea del Sur, China y Estados Unidos sellaron un acuerdo para facilitar la exportación de tierras raras, materiales fundamentales para la electromovilidad, la industria aeroespacial y la defensa. Sin embargo, la aparente tregua pronto mostró fisuras. China implementó un sistema de "usuario final validado" (VEU), diseñado para autorizar exportaciones solo a empresas civiles y excluir a aquellas vinculadas al Ejército estadounidense. Esta medida, según fuentes citadas por el Wall Street Journal, busca cumplir la promesa de Pekín de facilitar el comercio, pero sin que estos recursos críticos lleguen a manos militares norteamericanas.
Desde Washington, la reacción fue inmediata y contundente. El presidente Donald Trump anunció un aumento de aranceles hasta un 130% a productos chinos y denunció una postura "extraordinariamente agresiva" de Pekín, calificándola de "vergüenza moral" en el comercio internacional. Este recrudecimiento refleja una dinámica de doble filo: mientras ambas potencias dependen mutuamente para sus cadenas productivas, la desconfianza y la competencia estratégica se han intensificado.
Perspectivas en pugna
Para sectores políticos estadounidenses, la restricción china representa una amenaza directa a la seguridad nacional y a la capacidad tecnológica del país. "No podemos permitir que China controle estos materiales estratégicos sin garantías claras", afirmó un congresista republicano involucrado en políticas de defensa.
En contraste, desde Beijing, el Ministerio de Comercio sostiene que las medidas son legales y necesarias para proteger intereses soberanos, y que las exportaciones civiles seguirán fluyendo sin obstáculos. "No son prohibiciones, sino controles responsables", declararon en un comunicado oficial.
En el ámbito empresarial, las compañías automotrices y aeroespaciales estadounidenses enfrentan incertidumbre. Muchas dependen de proveedores que atienden tanto al mercado civil como al militar, y la fragmentación del acceso a tierras raras podría encarecer costos y ralentizar innovaciones.
Impacto regional y global
En América Latina, donde la minería de tierras raras comienza a desarrollarse, este conflicto abre interrogantes sobre oportunidades y riesgos. Algunos países ven la tensión como una ventana para diversificar sus exportaciones y atraer inversiones, mientras otros temen quedar atrapados en la disputa geopolítica.
Expertos en economía internacional advierten que esta guerra comercial y tecnológica amplía la fragmentación del mercado global y podría retrasar la transición hacia energías limpias, dado que las tierras raras son insumos esenciales para vehículos eléctricos y tecnologías verdes.
Conclusiones y certezas
A dos semanas del acuerdo inicial, la implementación del sistema VEU chino genera más preguntas que certezas. La falta de detalles sobre qué empresas accederán a licencias generales mantiene la incertidumbre. La respuesta estadounidense, con aranceles elevados y acusaciones públicas, evidencia que la competencia estratégica no se ha resuelto, sino que ha entrado en una nueva fase.
Este episodio desnuda la complejidad de un mundo interdependiente pero fragmentado, donde la cooperación económica convive con la rivalidad geopolítica. La tensión sobre las tierras raras no solo es un conflicto comercial, sino un desafío para la gobernanza global y la seguridad tecnológica.
Para el ciudadano reflexivo, queda claro que detrás de cada arancel y restricción hay una batalla por el control de recursos críticos que determinarán quién lidera el siglo XXI en innovación, defensa y sostenibilidad.
2025-11-11