
A menos de una semana de las elecciones presidenciales, la campaña de Jeannette Jara se ha visto marcada por un fenómeno poco común en la política chilena reciente: un desmarque explícito y público de la candidata respecto del Gobierno al que pertenece, un distanciamiento que ha generado reacciones encontradas dentro de su propia coalición.
Desde mediados de octubre, Jara ha cuestionado abiertamente algunas políticas y gestos del Ejecutivo de Gabriel Boric, destacando temas como el derecho a la vivienda, la gestión de conflictos sociales y episodios puntuales como el saludo del Presidente a figuras controvertidas o la megatoma en Cerro Centinela. Estos cuestionamientos fueron ratificados con fuerza en el debate presidencial de Anatel, donde la candidata oficialista no dudó en expresar críticas directas que, lejos de ser aisladas, se han convertido en un patrón de su discurso.
Lautaro Carmona, presidente del Partido Comunista, socio clave dentro de la coalición oficialista, ha sido el principal vocero en respaldar estas diferencias. En conversación con Radio Duna, Carmona afirmó que Jara “marca diferencias porque existen diferencias” y que su postura es la de una futura estadista que debe pronunciarse con autonomía sobre temas que afectan a la comunidad.”
Este respaldo, sin embargo, no busca minimizar la tensión sino reconocerla como parte natural de un proceso político complejo. Carmona subrayó que las observaciones críticas de Jara no representan una ruptura, sino una expresión legítima y coherente dentro de su identidad política y del proyecto colectivo al que pertenecen.
La campaña de Jara ha adoptado así un tono más independiente, que algunos interpretan como un intento de ampliar su base electoral hacia sectores que no necesariamente respaldan todas las políticas del actual Gobierno, mientras que otros lo ven como un riesgo para la cohesión interna de la coalición.
“Es el camino natural”, dijo Carmona, aludiendo a que, aunque él preferiría un alineamiento más uniforme, la realidad política obliga a incorporar distintas miradas y matices.
Por otro lado, voces críticas dentro de la coalición oficialista y la centroizquierda han expresado preocupación por el impacto que estas diferencias pueden tener en la percepción ciudadana, especialmente en un contexto electoral polarizado y con una derecha que capitaliza la fragmentación del bloque oficialista.
El presidente del PC también se refirió a la relación entre su partido y la candidatura de Jara, enfatizando que un eventual triunfo no debe ser atribuido exclusivamente al PC, sino a una coalición amplia, y que su rol será el de aportar con respeto y responsabilidad a un proyecto que los supera. En la misma línea, Carmona defendió la inocencia del alcalde Daniel Jadue en causas judiciales que han tensionado al partido y la coalición, y llamó a mantener la unidad pese a las diferencias.
“Tenemos tranquilidad absoluta. Ni siquiera tengo necesidad de reivindicar explícitamente si soy o no soy fraterno”, afirmó Carmona al abordar las críticas de falta de fraternidad dentro del PC y la coalición.
Este escenario pone en evidencia un desafío recurrente en la política chilena: la tensión entre la unidad estratégica y la diversidad interna. La candidatura de Jara, con el respaldo crítico del PC, refleja una coalición que busca equilibrar la coherencia ideológica con la necesidad de diálogo y apertura hacia distintos sectores sociales y políticos.
Verdades y consecuencias:
- La distancia pública entre Jara y el Gobierno no es un signo de ruptura, sino un reflejo de la complejidad de una coalición amplia que debe convivir con diferencias legítimas.
- El respaldo del PC a Jara muestra un intento calculado de mantener la cohesión interna sin sacrificar la autenticidad política de sus dirigentes.
- Esta dinámica puede influir en la percepción electoral, generando tanto simpatías por la independencia como dudas sobre la gobernabilidad futura.
- Finalmente, la campaña evidencia que la política chilena contemporánea está marcada por procesos de maduración donde la pluralidad interna se vuelve un factor clave para la estabilidad y legitimidad de los proyectos políticos.
En definitiva, el espectáculo político que se desarrolla ante los ojos del país es una tragedia y un desafío: la izquierda oficialista se juega su futuro en la capacidad de conjugar diferencias y construir unidad, mientras la ciudadanía observa expectante, consciente de que la próxima administración enfrentará retos que exigen más que discursos, requieren acuerdos profundos y una mirada compartida sobre el Chile que viene.