
Una guerra comercial que no cesa
El 12 de octubre de 2025, Estados Unidos anunció un arancel del 100% a la importación de productos chinos, en respuesta directa a las restricciones impuestas por Pekín sobre la exportación de tierras raras. Este movimiento marcó un nuevo capítulo en una disputa económica que no solo involucra a dos gigantes, sino que repercute en todo el sistema comercial global.
Desde entonces, China ha defendido sus medidas como un 'acto necesario de defensa pasiva', enfatizando que su postura es firme pero no agresiva: 'No queremos la guerra comercial, pero tampoco la tememos'. Por su parte, Washington ha justificado su escalada bajo la bandera de la seguridad nacional, especialmente en sectores estratégicos como la tecnología y los semiconductores.
Perspectivas en choque y el peso de la historia
En el tablero político, la administración estadounidense se divide entre quienes abogan por una línea dura para contener a China y quienes alertan sobre los riesgos de una confrontación prolongada que podría dañar a la economía doméstica y a sus aliados. En China, el liderazgo central ha reforzado su narrativa de soberanía económica y resistencia frente a lo que consideran un intento de asfixia comercial.
Desde América Latina, expertos y analistas observan con preocupación cómo esta disputa puede afectar la región, tanto por la dependencia en materias primas estratégicas —como las tierras raras— como por la incertidumbre que genera en cadenas globales de suministro.
La voz de la sociedad y el mundo académico
Académicos destacan que esta escalada no es un fenómeno aislado, sino parte de una reconfiguración más amplia del poder global, donde la competencia tecnológica y comercial redefine alianzas y estrategias nacionales. Ciudadanos y sectores productivos, en cambio, sienten la presión en su día a día: aumentos en precios, retrasos en importaciones y un clima económico que se torna impredecible.
Consecuencias y verdades ineludibles
Desde la última ronda de negociaciones en Madrid en septiembre, la relación bilateral se ha deteriorado, poniendo en duda la realización de la cumbre prevista en la APEC de Corea del Sur. Este deterioro evidencia que el diálogo, si bien no está roto, está profundamente tensionado.
La verdad que emerge es que ni EE.UU. ni China están en disposición de ceder terreno sin salvaguardar sus intereses estratégicos, y que este pulso económico tiene efectos que trascienden las fronteras de ambos países. La globalización, en su forma actual, se enfrenta a una encrucijada: adaptarse a estas nuevas tensiones o sufrir un retroceso que afectaría a todos.
Para Chile y la región, el desafío es claro: diversificar mercados, fortalecer la resiliencia económica y participar activamente en los espacios multilaterales para no quedar atrapados en una disputa que no eligieron pero que inevitablemente los involucra.
2025-11-11