
Argentina vive un momento de alta tensión política y social, donde el presidente Javier Milei se posiciona con una mezcla de respaldo internacional y fracturas internas que revelan la complejidad de su gestión.
El 22 de octubre de 2025, Gerardo Werthein, canciller de Milei, presentó su renuncia a tan solo cuatro días de las elecciones legislativas, en medio de críticas por la gestión de las relaciones exteriores y la controvertida reunión del mandatario argentino con Donald Trump. Este episodio no solo marcó un quiebre en el gabinete, sino que también evidenció las tensiones internas que atraviesa el gobierno ultraderechista.
Cinco días después, el 27 de octubre, Donald Trump felicitó públicamente a Milei por la contundente victoria de su partido La Libertad Avanza en las legislativas, destacando el respaldo estadounidense que ha sido clave para la estabilidad financiera de Argentina. Trump recordó además el apoyo político y económico que brindó a Milei antes de los comicios, consolidando una alianza que trasciende fronteras y que tiene consecuencias directas en la política regional.
Desde el punto de vista económico, esta relación se tradujo en un acuerdo de estabilización cambiaria que incluye un intercambio de monedas por hasta 20.000 millones de dólares y la intervención del Tesoro estadounidense en el mercado cambiario argentino. Sin embargo, esta ayuda financiera no estuvo exenta de condiciones y generó incertidumbre en el mercado local, profundizando la volatilidad del peso y la ansiedad social.
En el plano interno, el legado de Milei se caracteriza por una polarización extrema y un estilo de gobernar que ha profundizado las divisiones sociales. Su llegada al poder fue impulsada por un discurso anti-casta y promesas de recortes fiscales que han significado sacrificios para la mayoría, mientras se mantiene un culto a la dureza como sello de convivencia democrática. La inflación, aunque controlada en cifras oficiales, sigue golpeando a los sectores populares, mientras que los recortes en educación, salud y cultura han generado rechazo y protestas.
El caso de corrupción que involucra a Karina Milei, hermana del presidente y figura clave en el gobierno, añade un ingrediente más a la crisis de legitimidad que enfrenta el oficialismo. La acusación de haber cobrado coimas por la venta de medicamentos a una institución pública pone en duda la transparencia y ética del círculo cercano al poder.
Por otro lado, el capítulo más insólito y simbólico de este entorno de élites y excentricidades presidenciales es la clonación de mascotas, práctica adoptada por figuras como Milei, Tom Brady y Barbra Streisand. Milei recurrió a la clonación de su perro Conan tras su fallecimiento en 2017, un gesto que, aunque personal, ha sido objeto de debates sobre la relación entre poder, tecnología y afectos en la política contemporánea.
“Nuestros pueblos quieren vivir en libertad. Cuente conmigo para dar la batalla por la civilización occidental”, afirmó Milei al agradecer el apoyo de Trump, un mensaje que sintetiza la visión política que impulsa y que, a la vez, polariza a la sociedad argentina y a sus vecinos.
Desde Chile y la región, la influencia de Milei y su estilo confrontacional han generado un debate profundo sobre los modelos de liderazgo a seguir. La comparación con Bolsonaro y el cuestionamiento a las instituciones democráticas son parte de un espejo incómodo para quienes buscan alternativas políticas en tiempos de crisis.
En conclusión, la historia reciente de Argentina bajo Milei es una tragedia en tres actos: un liderazgo que se apoya en alianzas externas para sostener un modelo económico frágil; una crisis interna que pone en jaque la gobernabilidad y la ética pública; y una sociedad polarizada que busca respuestas en medio del ruido político y la incertidumbre.
Este escenario invita a una reflexión crítica sobre las consecuencias de abrazar soluciones rápidas y simbólicas en contextos complejos, y sobre cómo la política regional puede aprender de estos desafíos para evitar repetir errores que afectan a millones.